EL LENGUAJE DEL TACTO

 

A través del tacto, nos relacionamos con lo que está más allá de nuestra propia periferia, incluido el suelo que se halla bitio nuestros pies. Y para los seres humanos, así como para otros animales, el tacto tiene una importancia decisiva: nos ofrece tranquilidad, calor, placer, confort y renovada vitalidad. Nos hace sentir que no estamos solos.

De todos los sentidos, el tacto es el primero que se desarrolla. En nuestra más tierna infancia exploramos y comprendemos el mundo que nos rodea principalmente a través del tacto, y es esencial para nuestro desarrollo el contacto cariñoso de nuestros padres. Mientras se satisface nuestra necesidad de tocar y ser tocados, crecemos sanos, pero si se inhibe, nuestro desarrollo puede resultar perjudicado. Los abrazos y caricias que nos dan en nuestra infancia nos ayudan a formarnos una Idea sana de nosotros mismos, alimentan el sentimiento de que si nos tocan es porque nos aceptan y nos quieren. 'lace más de veinte años, el psicólogo norteamericano S. M. Jourard demostró que el contacto físico tiene una influencia directa con nuestra autoestimación, con el valor que nos damos a nosotros mismos.

Ciertos experimentos realizados con crías de primates han demostrado hasta qué punto es esencial el contacto físico con una madre cálida y cariñosa y. al contrario, lo negativo que puede ser, desde el punto de vista físico y emocional. la privación de ese contacto. Toda nuestra concepción de la realidad se basa en el sentido del tacto. En nuestra sociedad, verse privado del contacto con los demás es un castigo, siendo el peor de ellos la reclusión en soledad. Cuando se nos impide toca, ser tocados nos sentimos terriblemente solos y angustiados.

 

El tacto es el lenguaje que todos empleamos instintivamente para expresar nuestros sentimientos, para demostrar a los demás que los deseamos, que los queremos o que los apreciamos. Cuando un niño se hace daño, nuestra respuesta natural es acariciarle o frotarle la zona lastimada. En seguida pondremos la mano en la frente para tratar de calmar la fiebre, el dolor de cabeza o de estómago. El sufrimiento emocional también provoca una respuesta inmediata. Cuando sufrimos estando solos, nos mecemos y nos acurrucamos, apoyamos la cabeza en la mano, inconscientemente nos damos masaje en los miembros que nos duelen, pero, aparte de cuando damos un abrazo en señal de amistad, para transmitir nuestra felicidad o alegría, quizá nos hemos alejado de nuestros instintos, al reservar el lenguaje del tacto para las situaciones de dolo, de pena, así como para las relaciones sexuales, y nos sentimos cohibidos a la hora de establecer un contacto físico con el mero fin de expresar nuestro afecto a otra persona, para relajarla o para curarla.

 

 

 

COMO USAR LAS MANOS

 

Lograr una unificación con las manos, saber ser uno con ellas, constituye el alma del masaje; en el fondo, la verdadera y única técnica.

A medida que aumente su práctica, este conocimiento se  le irá revelando y entregando.

Hay un cierto misterio en el manejo de las manos y lleva tiempo llegar a conocerlo.

Yo todavía aprendo cosas nuevas respecto de las mías. Es una tarea agradable y sé que nunca terminará.

Lo que voy a sugerir a continuación es sólo una manera de comenzar. Le recomiendo especialmente que, antes de aplicar su primer masaje, lea estas indicaciones y ensaye el experimento que aparece al final. Pero tenga paciencia y no espere alcanzar la perfección de la noche a la mañana.

Aplique cierta presión cuando dé un masaje. Una vez que haya adquirido algunos conocimientos, sabrá que la intensidad de la presión varía  según el toque particular y la parte del cuerpo sobre la que se aplique  una cierta presión es siempre indispensable.

Por el contrario, la presión produce una sensación agradable, como usted mismo podrá observarlo al recibir un masaje. Aprenda a experimentar con distintos tipos de presión. Siempre que tema estar ejerciéndola con demasiada intensidad, interrogue a la persona que la está experimentando.

 

Relaje las manos. Manténgalas lo más sueltas y flexibles que pueda, mientras las está moviendo. Esto no es fácil -probablemente menos de lo que parece- por dos razones.

Es mucho más difícil relajar un miembro en el momento en que se lo está usando que cuando está en reposo. Y, segundo, la mayoría de las personas lleva, sin darse cuenta de ello, un alto grado de tensión crónica en las manos. Existen muchas maneras de relajarla. La aplicación de masaje es una de las mejores. Más adelante describiré otras. Todas ellas requieren bastante tiempo; meses, e incluso años. Sin embargo, puede comenzar ahora mismo, mediante el mero hecho de fijarse en ellas y tratar de relajarlas aunque sea sólo en  un mínimo grado, cada vez que las sienta rígidas o contraídas.

Amolde sus manos de manera que se adapten al contorno de la zona que están cubriendo. Aunque ciertas técnicas exigen, como podrá comprobarlo, que se utilice sólo una parte específica de la mano, la efectividad de la mayoría de los toques depende de su capacidad para mantener toda la palma y los dedos en contacto continuo con el cuerpo que están masajeando. Cada vez que sea posible, evite, por ejemplo, que el talón de la mano y las puntas de los dedos queden en el aire al desplazarla sobre la piel. Cuando deslice la mano sobre la cadera, cúrvela de manera que se acople exactamente a esa parte. Cuando la mueva desde el pecho hacia el brazo, ahuéquela para que al pasar cubra los hombros en forma pareja y suave. Piense en el agua de un arroyo cuyo volumen se va adaptando a los altibajos que encuentra en su trayecto.

Mantenga una velocidad y una presión uniformes. Trate de eliminar los movimientos bruscos y las interrupciones innecesarias. Haga que los cambios de velocidad o presión se efectúen en forma gradual, evitando las transiciones repentinas. Trate de imprimir la mayor fluidez y continuidad a su movimiento.

Sin embargo, no tema variar la velocidad o la presión. El ritmo es un ingrediente esencial del masaje. Puede usar distintas presiones y velocidades sin por ello sacrificar la continuidad del movimiento. La variedad en el masaje se parece mucho a la de la música: los cambios en el tiempo ayudan a evitar la monotonía del ritmo.

Explore y defina la estructura interna del cuerpo que está masajeando. (Este es un problema de sensibilidad; algo totalmente distinto del estudio sistemático de la anatomía.

Respecto de esta última, encontrará algunas indicaciones en un capítulo posterior.) Procure que sus manos estén siempre investigando, hágalas  escuchar" los tejidos y los huesos. Trate de comunicarlas con la textura de los estratos profundos de los músculos: ¿Gruesa o delgada?

 

¿Blanda o firme? ¿Informe o definida? Cuando palpe un hueso, trate de delinear su forma. Imagínese que sus manos le están diciendo a la persona: "Esta es su cadera", "Estos son los huesos pequeños de la muñeca", "Esta es la forma de su rodilla". Mostrar a la persona la articulación de su cuerpo, en esta forma, es uno de los aspectos más importantes del masaje. Mientras mayor sea la precisión con que logre esto, mayor será también la sensación de plenitud que experimente el sujeto. El masaje adquirirá una calidad profunda y consígalo apoyando el peso de la parte superior de su cuerpo sobre las manos más bien que forzando los músculos de sus brazos y muñecas. El esfuerzo muscular daría rigidez a sus manos, reduciría la fluidez de los movimientos y cansaría su espalda.

Una vez que haya establecido contacto con el cuerpo de la persona, procure no interrumpirlo hasta que haya terminado completamente el masaje o el ejercicio que esté efectuando. Para muchas personas, una interrupción del contacto físico resulta psicológicamente desconcertante. Aun cuando deba aplicar aceite, mantenga el antebrazo o el codo tocando alguna parte del cuerpo. Recuerde que el que yace en reposo con los ojos cerrados ha penetrado en un mundo cuya única realidad es la proximidad de su mano.

Al dar un masaje, no sólo utilice las manos sino también el Testo del cuerpo. No quiero decir con esto que deba subirse y rodar sobre el sujeto, sino que sus manos poseerán mayor vida, si su movimiento es una extensión de un impulso más amplio proveniente de todo el cuerpo. Esto no tiene por qué ser intenso; en ciertos momentos puede ser tan leve que un observador escasamente lo advierta. Sin embargo, visible o no, usted debe sentirlo presente como una especie de centro profundo donde se originan los movimientos más exactos de sus manos. En cierto modo, el masaje se parece a la danza. Es decir, tal como en esta última~ mientras más implicada está la totalidad del cuerpo, mayor es la perfección del movimiento de doblar la espalda hacia adelante elimina gran parte del posible esfuerzo y fatiga de la zona inferior de la espalda. Trabajar con la columna erguida da más libertad a los brazos ya las manos permitiendo un mayor control y una  mejor relajación de los movimientos.

La manera de sentarse o arrodillarse, cuando de masajes en el suelo, estará en gran parte condicionada por la zona del cuerpo en la que esté trabajando o el toque particular que esté aplicando. Sin embargo, como esta situación exige doblar la espalda I con mayor frecuencia, lo que produce cansancio importante estar siempre  consciente de la posición del cuerpo.

 

Cuando se siente o se arrodille, trate de mantener la espalda recta, cada vez que sea posible. Procure, como ya he indicado, colocarse sobre algún tipo de acolchamiento. En otras palabras, instálese lo mejor que pueda. Todo el cuidado que dedique a su propia comodidad, se le trasmitirá al que recibe el masaje bajo la forma de una mayor delicadeza y precisión en el movimiento de las manos.

Nunca olvide que está aplicando masaje a una persona y no a una complicada maquinaria. Estamos formados por huesos y músculos, pero también somos personas, y esto rige para cada centímetro cúbico de nuestro cuerpo. La persona es su propio cuerpo.

Recuérdelo siempre y expréselo a través de sus manos, así esta noción tendrá una influencia decisiva y directa sobre la calidad de su contacto. Se podría decir mucho más sobre todo esto, por cierto, y algo diremos en un capítulo posterior.

Para hacer un poco más prácticas estas indicaciones, he aquí un experimento que puede intentar. Obtenga la colaboración de algún amigo, haga que se tienda de bruces y aplíquele aceite en toda la parte posterior del cuerpo. Luego coloque las palmas de sus manos sobre la piel y deslícelas lentamente. No se preocupe en absoluto de si está o no realizando un toque apropiado; sólo muévalas de uno a otro lado sobre el cuerpo, según su antojo. Explore, tratando de captar una sensación de "estar allí", de presencia de las manos sobre la piel. Por momentos cierre los ojos. De vez en cuando experimente alguna de las indicaciones sugeridas anteriormente. Ensaye diversas presiones y velocidades o cualquier otro cambio que se le ocurra. Sea lo más espontáneo que pueda; deje que sus manos piensen por usted. Al mismo tiempo, manténgase alerta y atento a todo lo que ocurre.

Hágalo durante cinco o diez minutos o todo el tiempo que le plazca, pero sólo mientras le resulte agradable.

Repita este ejercicio con la frecuencia que desee; siempre puede aprender algo. Estos son fundamentos básicos de los que siempre se tiene un "dominio" parcial.