Agradecimientos
Quisiera expresar mi gratitud a Michio Kushi y Merma► Aihara, quienes me introdujeron en la filosofía del arte curativo oriental; a Jean-Claude Thomas Rholdes y Shui Wan Wu, quienes me animaron en el estudio de la teoría y la filosofía de la Acupuntura; a Mary lino Burmeister, que me introdujo en las técnicas Jin Shin; a Kok Yuen Leung, quien puso a mi alcance mucha información sobre las teorías y prácticas tradicionales trasplantables a Occidente; a Haruki Kato, una valiosa fuente de información en lodo lo referente a las filosofías espirituales y prácticas de _Tiro Murai; a Katsusuke Serizawa, doctor en Medicina, que me aportó ánimos e inspiración; a Sung Iin Park, que me introdujo en las técnicas yógicas básicas del taoísmo; a mis clientes y alumnos, antiguos y actuales, que me han inspirado continuamente; y a Lajai, mi Guía Espiritual. Quisiera dar las gracias especialmente a Ron Teeguarden, que me ha proporcionado muchas ideas y que me ha ayudado a seguir la evolución del Jin Shin Do y su crecimiento en los Estados Unidos. Sin su apoyo y los ánimos que me infundió para proseguir el estudio de la Acupresura durante más de siete años, sin su ayuda para conocer y estudiar a tantos maestros y libros básicos, sin su mediación para lograr comunicarme con Lajai en Japón, nunca hubiera sido posible el presente libro. Él ha tenido también un papel importante en la evolución y enraizamiento del Jin Shin Do.
Introducción
El último siglo ha visto embarcarse a la Humanidad en una espiral de actividad cada vez más desenfrenada. El objetivo es la productividad, y el medio para conseguirlo el constante movimiento. Nosotros, seres humanos civilizados y modernos, nos damos cuenta a menudo de que hemos olvidado cómo relajar el cuerpo y la mente. En nuestro esfuerzo por cerrarnos al fragor de exigencias y dictados, de presiones y problemas que parecen condicionar continuamente nuestra existencia, nos hemos cerrado también a muchas de las bellezas de nuestro mundo, con las que hemos perdido el contacto. La tensión física y mental que conlleva tal estado 'de hiperactividad cultural y personal se ha hecho ya casi inevitable. Al mismo tiempo, hemos dejado de lado las artes de la cultura física, que nos proporcionarían la fuerza suficiente para soportar las presiones de un mundo bastante conflictivo, y las artes de la relajación o cultura espiritual, que nos reportarían la calma y la flexibilidad necesarias. Una de las tareas y placeres de nuestra era consiste, pues, en aprender de nuevo el modo de ayudarnos a nosotros mismos y a nuestros amigos, a través de las sencillas artes que nos llevan a mantener un mayor bienestar físico y emocional. Hace un siglo, nuestros antecesores se afanaban por traer a nuestra tierra los tesoros materiales de Oriente. En la actualidad, vemos que se nos importa un nuevo tipo de tesoros, que ya anticipaban los más avanzados de nuestros antepasados. Se trata de la importación de sistemas de vida orientales, consistentes en métodos que se utilizan allí desde hace siglos para explorar y desarrollar nuestras potencias emocionales, físicas y espirituales. Tales métodos pueden proporcionarnos el equilibrio necesario para nuestros recién adquiridos estilos sedentarios de vida y para nuestros esfuerzos intelectuales. Asimismo incluyen unas sorprendentes técnicas que nos ayudan a relajar las tensiones y a enfrentarnos a las presiones y frustraciones, a las angustias y depresiones de la vida cotidiana. Resulta sorprendente comprobar que nuestras necesidades actuales no difieren mucho de las habituales en las antiguas civilizaciones orientales. En el Nei Ching, o Tratado de medicina interna del Emperador Amarillo, escrito alrededor del siglo tv a. de C., podemos leer:
En tiempos remotos el hombre vivía entre los pájaros, las bestias y los reptiles; trabajaba, se trasladaba, actuaba para huir del frío y la oscuridad, y buscaba cobijos donde refugiarse del calor. No había en su interior lazos familia-res que le ataran con lazos de amor; no existían oficiales que pudieran guiar o corregir su apariencia física. En aquella época tranquila y pacífica todavía no habían penetrado pro-fundamente las influencias del mal... Sin embargo, el mundo presente es distinto de aquél. Las aflicciones, las calamidades y los males causan la amargura interior del hombre, y su cuerpo recibe heridas del mundo exterior; además, las leyes de las cuatro estaciones no son cumplidas y existe un ambiente de desobediencia y rebelión. Hay quienes violan, incluso, las costumbres de lo que con-viene hacer durante el frío del invierno y durante el calor del verano. En vano se les advierte. La influencia del mal se difunde desde primera hora de la mañana hasta entrada la noche: son dañadas las cinco vísceras, los huesos y la médula; la mente es obnubilada; la capacidad de comprensión, reducida, y los músculos y la carne sufren heridas...' Así pues, en el Japón, China y Corea se desarrollaron mu-chas artes curativas cuyo objetivo era conseguir el equilibrio del cuerpo y de la mente. En ellas se incluían ejercicios físicos, técnicas de meditación, artes marciales y Acupresura acupresión con los dedos). Todas se basan en la misma filosofía fundamental, y su finalidad es fortalecer y vitalizar cuerpos y mentes; todas son tesoros que podemos utilizar en Occidente para conseguir estados de más felicidad y mejor salud. La Acupuntura, o inserción de agujas, ha sido uno de los métodos 'utilizados tradicionalmente por terapeutas y médicos orientales. La Acupresura, que sólo ha sido usada recientemente por estos especialistas, fue en un principio un arte popular que practicaba casi toda la gente. La Acupuntura tiene tinos cinco mil años de existencia. La Mitpresura es más antigua, pues la aplicación de agujas ha evolucionado de las simples técnicas de presión con los dedos. La- utilización y el desarrollo de la Acupresura por el hombre de la calle han sido promovidos por los métodos orientales. Tanto actuales como antiguos, quienes ponen un gran énfasis en la medicina preventiva.
En el Nei Ching encontramos que «los sabios no trataban a los que ya estaban enfermos; advertían y daban, consejo a los que todavía no lo estaban. No trataban de dominar a aquellos que ya eran rebeldes, sino que guiaban a los que todavía no lo eran. Administrar medicinas a las enfermedades que ya se han desarrollado o eliminar las revueltas que ya han dado comienzo es comparable a la conducta de aquellos que empiezan a excavar un pozo cuando ya padecen sed, o a aquellos que comienzan a fabricar armas una vez han entrado en batalla. ¿No se diría que tales acciones llegan un poco tarde?' Quizá nuestra respuesta tendría que ser que «no siempre». Quizá nunca seamos omnipotentes y omniscientes en tal grado que podamos evitar la enfermedad o que no necesitemos de la ayuda médica en un momento dacio. Pero si no empezamos a desarrollar y mantener nuestro bienestar desde las pequeñas cosas, nos veremos excavando el pozo y empezando a sofocar la revuelta cuando ya sea tarde. Desde el punto en que estamos se inicia un viaje «de miles de kilómetros».'
La Acupuntura requiere una larga preparación y gran cantidad de estudios antes de comenzar a practicarla, pues se trata de insertar agujas en el cuerpo humano. Tradicionalmente, la Acupresura se ha considerado un requisito muy útil para el entrenamiento del acupunturista, pues desarrolla la capacidad del aprendiz para localizar puntos de presión y permite el uso práctico inmediato/y simultáneo de las filosofías y teorías más sencillas y más complicadas. La Acupresura es uno de los oficios tradicionales de Oriente; en cierto grado, era utilizada por las clases populares, pues es relativamente sencilla de aprender y completamente segura en la práctica. La técnica de Acupresura, aplicada en el caso concreto del fin Shin Do, deriva en parte de un arte denominado. Jin Shin Jitsu. Basado en métodos japoneses tradicionales de Acupresura, así como en técnicas de meditación, el Jin Shin Jitsu fue desarrollado en Japón por Jiro Murai desde los años treinta a los años sesenta de este siglo.
La Acupresura Jin Shin Do está íntimamente relacionada con las teorías y técnicas tradicionales, mientras que su práctica se dirige a las necesidades de nuestro tiempo y nuestra cultura. Sus métodos se derivan de la teoría de la Acupuntura, de la práctica de muchos y generosos maestros acupunturistas, y de las investigaciones y búsquedas realizadas sobre el Jin Shin Jitsu y otros métodos de Acupresura tanto en Estados Unidos como en Japón. Para actuar sobretodos los aspectos de la persona con la mayor eficacia posible, los practicantes del Jin Shin Do utilizan también las técnicas yoguis básicas del taoísmo (respiración, meditación y ejercicios), y principios dietéticos tradicionales. El Jin Shin Do puede practicarse a varios niveles diferentes. Su interés principal está relacionado con el desarrollo y el mantenimiento del bienestar, más que con la concentración en cualquier sintomatología. Pretende una profunda relajación y rejuvenecimiento, a través de los cuales puedan abrirse los centros superiores o psíquicos. El Jin Shin Do puede entenderse como un modo de comprensión de la filosofía oriental básica y de incremento de la fluctuante consciencia sobre nosotros mismos. También puede verse como un medio de ayudar a la familia y a los amigos, o incluso como profesión cuando se tenga práctica.'
‘El lin Shin Do, como presión ejercida con los dedos, cae en la categoría occidental de los masajes. No se trata de una práctica médica, ni debe interpretarse como tal, aunque puede servir de complemento útil a una terapia médica o psicológica. Como la Acupresura lin Sign, Do sólo se parece al masaje occidental en el hecho de utilizar para su puesta en práctica el contacto físico (generalmente, con la ropa puesta), se suelen utilizar las palabras «tratamiento» y «asistente» en lugar de «masaje» y «masajista». Las palabras «tratamiento» y «asistente» (o, alternativamente, «practicante») no pretenden significar en modo algunos títulos o estudios médicos. El lin Shin Do es, sencillamente, un arte de ayuda al prójimo, y los que practican lin Sido Do no son otra cosa que asistentes.
En el presente libro he intentado presentar la filosofía y las prácticas médicas tradicionales de Oriente de un modo que resulte fácilmente accesible a nuestra era. Espero que sirva de introducción al verdadero tesoro que es el antiguo Camino oriental, y que ayude a mucha gente a incorporar estas artes curativas orientales, mágicas y poderosas, a sus propios sistemas de vida. En ocasiones estas enseñanzas, o parte de ellas, se han mantenido en secreto, bien por temor a que llegaran a personas que hicieran mal uso de ellas, bien para mantener una profesión (corno la de acupunturista) para los descendientes de uno. Debemos agradecer a estos maestros orientales el hecho de que se hayan dignado abrirnos su conocimiento y sabiduría, con una perfecta comprensión de las grandes necesidades y carencias que presenta esta era materialista en que nos movemos. Dijo el Emperador Amarillo, «cuando los poderes espirituales se transmiten ya no puede volverse atrás; si se vuelve atrás ya no puede transmitirse y sus grandes poderes se pierden para el universo. Para cumplir su destino el hombre debe ir más allá de lo que está a su alcance, de lo insignificante. Se debe hacer público en tablillas de jade lo que se esconde y se conserva en tesoros y almacenes, para estudiarlo de la mañana a la noche y hacer así comprensible el mecanismo precioso que guía el universo'
El capítulo de la concepción
Un modo sencillo de ayudarnos a nosotros mismos, a nuestros amigos y familiares es sacar partido al poder del contacto humano. Todos hemos nacido con este poder, con la facultad de ayudar a rebajar la tensión y revitalizar la energía corporal mediante el tacto. Pese a estos tiempos de caos, inducidos por la presión de la existencia contemporánea, el poder mágico del tacto nunca se ha atrofiado por completo ni tampoco se ha eliminado nuestra necesidad de él. Antiguamente, casi todos los orientales sabían utilizar alguna forma de Acupresura para ayudar a su familia y a sus amistades a través del tacto. La Acupresura, o presión con los dedos, es muy sencilla de aprender y de practicar. El uso de esta y otras artes curativas orientales parecidas, puede ayudarnos a recuperar la facultad de mantenernos más sanos, felices y libres. Pese a que todo el mundo posee este asombroso poder del tacto, para liberarlo se requiere un catalizador. El más poderoso es el amor o la compasión. Es por ello que el Jin Shin Do, que se inspira en un arte de Acupresura tradicional del Japón, significa literalmente «el Camino del Espíritu Compasivo». La compasión es la clave para ayudar a los demás y ayudarse uno mismo. A través del poder del contacto humano contenido en el lin Shin Do, podemos experimentar un nuevo y «enérgico» equilibrio, un equilibrio que invada todos nuestros estados físicos, emotivos, mentales y espirituales.' Al dar y recibir tratamientos de Acupresura, nos hacemos también más conscientes de nuestros propios estados y de la energía vital de nuestro cuerpo. Comenzamos a advertir que ciertos ambientes y situaciones inician o incrementan nuestras sensaciones de tensión o desequilibrio, mientras que otros nos provocan sensaciones de felicidad y bienestar. A través de esta consciencia desarrollada de la unidad interna de nuestros cuerpos y nuestras mentes, y de la unidad existente entre el individuo y el ambiente, podemos aprender a mantener el estado de equilibrio que experimentamos a través del tratamiento por Acupresura. ¿Qué es la salud? ¿En qué consiste la enfermedad? La definición tradicional de Oriente respecto a la salud no se refiere simplemente a la ausencia de enfermedades, sino que va más allá para insistir en que se trata de un estado de equilibrio y una sensación de bienestar. «Cuando las fuerzas del cuerpo actúan en armonía mutua, habrá vida (o vitalidad); cuando se juntan pero no se unen, el resultado es la enfermedad Dejando aparte las prácticas terapéuticas tradicionales de Oriente, existe el principio de que la salud es equilibrio y la enfermedad, la falta de equilibrio en la energía vital. Esta energía vital, o ki, es parecida a la electromagnética, aunque más sutil. La obtenemos de varios modos. Existe el ki prenatal —que recibimos de nuestros padres antes de nacer—y el ki postnatal, que nos llega principalmente a través de la comida y de la respiración. Este ki alimenta y defiende el cuerpo desplazándose por él a través de unos conductos ordenados que se denominan «meridianos» y «canales». El ki es la energía más primaria del organismo, la que sustenta y coordina todas sus actividades.
‘Como el arte de la Acupresura es de implantación relativamente reciente en Occidente, su vocabulario, tanto en inglés como en español, está en período de formación: «meridiano», por ejemplo, es el término aceptado para nombrar a las líneas de corriente de energía, pese a que este significado todavía no aparece en los diccionarios. Sin embargo, carecemos de un vocablo que denote el aspecto de nuestro ser en el que está comprendida la energía vital del ki. En lugar de utilizar los términos «energía» o «energético» como sustitutos, sugiero el uso del término «enérgico», que utilizo en ocasiones, como adjetivo que signifique «de lo relativo al aspecto energético del ser», del mismo modo que los médicos del siglo xix tradujeron el término «etérico» para significar «de o perteneciente al éter». Así, hablaremos de equilibrio enérgico, del mismo modo que hablarnos de estados emocionales, mentales o espirituales. Nei Ching, sección 20.
Resulta difícil permanecer centrado y en un estado de equilibrio bajo las presiones de la civilización moderna. Nos influyen constantemente tantas fuerzas sociales y materiales que casi todos los aspectos de nuestra vida se vuelven confusos y complicados. Hoy, más que nunca, necesitamos recuperar y utilizar la sencilla sabiduría de nuestros antepasados.
¿Qué es el fin Shin Do?
El Jin Shin Do es una correlación de antiguas artes curativas orientales, diseñada para devolver y armonizar la energía vital al cuerpo humano y fortalecer y equilibrar tanto el cuerpo como el espíritu Es un modo de curar que se basa en una técnica de Acupresura de sorprendentes resultados, y que también incluye otras artes vitales de antigua tradición en Oriente, como los métodos de respiración y meditación, los sistemas de ejercicios físicos y los principios dietéticos tradicionales. Aunque éstas son importantes, tanto por separado como en conjunto, el aspecto más interesante del Jin Shin Do es una comprensión básica de la vida sin la cual toda técnica no deja de ser un ejercicio vacío de contenido. El estudio de la filosofía básica oriental no puede separarse del estudio de las técnicas prácticas, pues todo arte curativo oriental está, en su origen y desarrollo, firmemente en-raizado en esta filosofía básica o comprensión de la vida. El nombre Jin Shin Do describe algunos de los principios filosóficos orientales relacionados con las artes curativas. Sus características son:
Jin (Compasión)
Shin Do (Espíritu) (Tao, camino)
Jin (La Compasión)
El primer carácter, Jin (o Jen, en chino), es el único requisito previo al estudio del Jin Shin Do. Jin significa compasión o benevolencia, y es la llave mágica que abre el verdadero poder ' Pronúnciese «Yin Sin Dou» de nuestro espíritu interno. Sin compasión por nosotros mismos, la espiral del desarrollo personal se ve constantemente atenazada por la actitud hipercrítica y sus secuelas: la duda, la inseguridad y las posturas negativas. Sin compasión por los demás, toda acción corporal o mental que se haga por ayudarlos será puramente mecánica, una serie de medidas técnicas que sólo tendrán un efecto superficial y que se verán incapacitadas de alcanzar el centro espiritual del prójimo. La compasión es el dardo que nuestro centro espiritual envía, y que lleva a los reinos claros y superiores de la alegría y la libertad no sólo a nuestro propio espíritu, sino al del otro. ¿Qué es lo que crea la compasión? Por un lado, la reflexión sobre nuestra propia fragilidad y nuestras dificultades; la experimentación de las pasiones, de la alegría y el dolor, del miedo y la angustia, del amor y la aflicción, y, por mediación de ellas, de la consciencia de la condición humana. Por otro lado, la comprensión de que «los que están al borde del abismo se sienten como si sus manos estuvieran asidas a un tigre; en tales ocasiones su energía y su atención no están dedicadas a la contemplación del conjunto de la creación».' Cuando nos atenaza la enfermedad, nuestra energía se dirige hacia nuestro interior; normalmente no somos capaces de dirigirla al exterior y cui-darnos verdaderamente de nuestra familia, de nuestros amigos y de la creación en su conjunto.
Shin (El Espíritu)
El segundo carácter, Shin (o Shen, en chino), significa Espíritu. También contiene el significado de «extender» o «crear». El Shin mora en el corazón humano y es el maestro o creador de las naturalezas física y emocional, que dominan todas las actividades del ki tanto en el cuerpo como en la mente. El Shin es en realidad el Tao dentro de cada uno, o el Dios interior. Es la parte humana inspirada en la divinidad. De un Shin equilibrado parten las emociones de la alegría y el amor, expresadas en risas francas y en cálidas sonrisas. El Shin, como el cristal, puede ser claro y brillante o nebuloso y borroso. Cuando está en este segundo estado, nuestra percepción se distorsiona: percibimos el Espíritu como algo nuestro perteneciente sólo a nosotros y separado del resto de la creación. Cuando perdemos el contacto con el Tao, intentamos poseer el Espíritu, e infundirle una marca con nuestra propia personalidad. Nos es dado aceptar la necesidad de fluir con los cambios incesantes de nuestro mundo, pero en su lugar insistimos en mantener un bote pintado con nuestro color preferido, con nuestro nombre bien claro a cada lado. Así, confundimos el Espíritu con el ego, convirtiendo nuestra tendencia natural al autodesarrollo en un exceso de preocupación por nosotros mismos. Nos tomamos demasiado en serio a nosotros mismos. Esta consciencia ordinaria es la nube que distorsiona nuestra percepción, que nos separa de la naturaleza y del Tao. En el nacimiento y en el transcurso de nuestra vida, esta percepción oscurecida vence a nuestro Espíritu original, a nuestra consciencia primaria o espiritual. Cuando cogemos los paños de la consciencia de nosotros mismos, como son la reflexión, la liberación y la meditación, y limpiamos y pulimos el cristal, advertimos que la consciencia ordinaria se desvanece. Del mismo modo que mirando por un cristal sucio o nebuloso vemos lo que en realidad no es, si miramos a través de un Shin nublado percibimos una «realidad» centrada en nuestro ego que no es real en absoluto, o que no es sino parte de lo real. ¿Qué ver, pues? ¿Qué es el Shin claro? El Shin o Shen sin nieblas es nuestro Espíritu en armonía con la naturaleza, la percepción de la unidad de todas las cosas, la aceptación del flujo universal de los cambios y, la revelación del juego cósmico. «Hablemos del Shen, del Espíritu —decía Ch'i Po al Emperador Amarillo—. ¿Qué es el Espíritu? El Espíritu no puede captarse mediante el oído. El ojo ha de ser muy brillante de percepción y el corazón debe estar muy abierto y atento, para que el Espíritu se le revele a uno de repente a través de su propia consciencia. No puede ser expresado mediante la boca; sólo el corazón puede expresar Iodo lo que es. Si se presta una profunda atención, puede conocerse de repente, pero con la misma rapidez puede perderse tal conocimiento. Sin embargo, Shen, el Espíritu, se clarifica para el hombre cuando el viento barre las nubes. Por eso recibe el nombre de Espíritu.» El Shin (o Shen) reside en el corazón y se asocia al centro superior del pecho (al chakra del corazón). Rige la energía física, pone en armonía las emociones y guía todas las acciones del intelecto y la voluntad. El Jin Shin Do es el camino del Espíritu compasivo; también es un camino hacia dicho Espíritu. Al expresar la compasión, como sucede cuando se aplica la Acupresura Jin Shin Do, nuestro espíritu se clarifica progresivamente. Aumenta la facultad de absorción del ki o energía universal. El Shin se fortalece tanto que se nos revelan sus verdaderos deseos, los dictados de nuestro corazón. Cuando se experimenta la libertad espiritual, cuan-do la consciencia espiritual rige al hombre, aunque sea breve-mente, las actitudes espirituales comienzan a cambiar. Las emociones se equilibran, la energía física se potencia y el cuerpo y la mente coexisten en armonía.
Do (El Tao o el Camino).
El tercer carácter, Do o Tao (en chino), significa literalmente Camino, referido al Camino que sigue todo el universo, incluido el hombre. El vocablo Tao se utiliza de muchos modos distintos, como la palabra Dios, pero no significa en absoluto lo que habitualmente entendemos por Dios.' Es el principio fundamental de toda la filosofía oriental: el Tao es la realidad última, el modo de operar la Naturaleza. Lao Tse, en el antiguo tratado de filosofía oriental llamado Tao Te Ching, dice del Tao que «es el origen del cielo y la tierra», la «puerta de todas las esencias». Las primeras palabras de Lao Tse acerca del Tao, las que abren el Tao Te Ching, son las siguientes: «El Tao que puede expresarse con palabras no es el Tao eterno...». El Tao es absoluto e ilimitado, mientras que las palabras son relativas y limitadas. Las palabras son recipientes que no contienen visiones enteras del Tao, sino solamente parte de dichas visiones. Las palabras, asimismo, comprenden dos tipos diferentes de connotaciones y de asociaciones, las del autor o narrador y las del lector u oyente. Así pues, especialmente al hablar del Tao, debernos intentar sentir el espíritu de dichas palabras, utilizándolas como pinceles con los que intentamos reproducir o pintar, con la mayor claridad posible, un cuadro del contexto pensar-sentir-ser del ente o pensamiento que tratamos. He aquí el cuadro del mundo que se contiene en el Tao: Antes aunque el cielo y la tierra ya existía un ser inexpresable. Es un ser vacío, silencioso, libre, inmutable y solitario. Se encuentra en todas partes y es inagotable.
Habitualmente, en el texto se utilizan los términos japoneses, indicándose cuando se trata del vocablo chino. En el caso de la palabra Tao, he escogido ésta, tomada del chino, pues es la más utilizada y conocida universalmente. La pronunciación figurada de Tao es aproximadamente «Dau».
Es posible que sea la Madre del universo. No sé su nombre, pero lo llamo Tao. Si me esfuerzo en nombrarlo lo llamo «grande». Es grande porque se extiende. Su expansión le lleva lejos. La lejanía le hace retornar. El Tao, pues, es grande y el cielo es grande. La tierra es grande y también lo es el hombre. En el universo hay cuatro cosas grandes, y el hombre es una de ellas. El hombre sigue la ley de la tierra. La tierra sigue la ley del cielo. El cielo sigue la ley del Tao. El Tao sigue su propia ley.'
Esto significa que el Tao incluye todo aquello que es, y todo lo que no es. El cielo y la tierra, el día y la noche, la luz y la oscuridad, el cuerpo y el espíritu, todos participan o son el Tao. El movimiento del Tao es un continuo «alejarse» y «regresar». Es un cambio cíclico constante. Tal es el orden que se guarda en el macrocosmos (el universo) y en el microcosmos (el hombre). La visión del Tao impulsa al hombre a poner en armonía su vida con la música de las esferas, a ser consciente de los cambios que componen el viaje que es su vida, y a fluir con ellos. «Los que están en armonía son como un eco... siguen el Tao, y no necesitan dioses o demonios, pues son libres e independientes»' El Tao posee también un significado más personal de vía o camino a una realización más clara de nuestra naturaleza, de nuestra «taocidad». Así como hay muchos caminos distintos que nos pueden llevar a un mismo punto de nuestra geografía, el Tao incluye diversos caminos de realización personal, tantos como hombres habitan el planeta. Una vez se ha descubierto el camino individual, la vía del verdadero espíritu de la persona, ésta debe mostrarse agradecida y mantener ese camino mientras tenga «alma» para él. Sin embargo, sucede que muchas veces descubrimos un camino, lo convertirnos en un concepto y hacemos de él «el único camino», tanto para nosotros como para los demás. El camino del Tao no es exclusivo. Es más bien la necesaria unidad de todo lo verdadero que subyace tras cada forma o lenguaje. El camino del Tao es tolerante e impulsa todas las vías que sirvan para revelar a la persona su «taocidad» esencial.
UNA VIEJA LEYENDA
Un hombre se afanaba en escalar una montaña. Miró a su alrededor y vio a otros que también subían por caminos distintos, incluso por distintas direcciones.
«Locos», pensó, «suben por el • camino equivocado.» El hombre prosiguió su ascensión hasta que, años después, alcanzó la cima (era una montaña muy alta). Y entonces vio a aquellos otros locos. También ellos estaban en la cima de la montaña.
¿Cómo actúa el Jin Shin Do?
Las variadas técnicas del Jin Shin Do son modos de tranquilizarse lo suficiente para despertar realmente, para ver y oír de verdad nuestro mundo. Son maneras de equilibrarse y centrarse —mediante tratamientos de Acupresura, meditación, técnicas respiratorias, movimientos y regímenes alimenticios—, para tratar de experimentar la alegría de la unidad interna y externa. Pasamos tanto tiempo observando y escuchando a nuestro mundo, permitiendo que sean nuestros estados emocionales o mentales los que filtren nuestra percepción de él, que acabamos por no escuchar ni observar de verdad. En efecto, nos censuramos a nosotros mismos mediante nuestro propio pensamiento y nuestro sistema habitual de sensaciones, que nos llevan a asimilar ciertas cosas y no hacer caso de otras. Cuanto más rígidos sean nuestros hábitos, más perdemos en espontaneidad. Habitualmente nos limitamos a reaccionar, en lugar de actuar espontáneamente. Algo nos falta. Algunas piezas del rompecabezas no están en nuestras manos, pues impedimos que nos lleguen poniendo como barrera el filtro que nosotros mismos fabricamos. Dejamos que los filtros de nuestra percepción, sentimientos e ideas —nuestra consciencia ordinaria— cubran nuestra consciencia espiritual original. A causa de tales filtros, de las malas costumbres del Shin o Espíritu, nos quedamos sin la gozosa consciencia del libre Espíritu. Todos los hombres, hasta cierto punto, escogemos poner o no los filtros. Sin embargo, todos somos libres en principio. Tenemos una amplia gama de filtros: la preocupación, la codicia, el temor, la angustia y la tristeza, por nombrar algunos. Todos estos desequilibrios emocionales se reflejan en hábitos mentales y físicos. Del mismo modo que las posturas y movimientos desequilibrados afectan o son causados por zonas con-cretas del cuerpo, así también los diversos desequilibrios emocionales se reflejan en tensiones musculares y endurecimientos de ciertas zonas del organismo. Tales endurecimientos tienden a continuar y reproducir los desequilibrios emocionales específicos, al tiempo que obstruyen nuestra visión nítida del Tao al filtrar partes del continuo espacio-temporal, del aquí y ahora. El proceso de eliminación de estos filtros puede iniciarse mediante la actuación en cualquier extremo del espectro formado por el cuerpo y la mente. Podemos comenzar por la acción corporal, liberando el agarrotamiento físico y recuperando el equilibrio tanto estructural como energético de nosotros mismos. También podemos empezar por actuar sobre la mente, procediendo a la liberación y recuperación del equilibrio mental, emotivo y espiritual.
Según la tradición filosófica oriental, no existe una separación real entre el cuerpo y la mente; ambos están completamente interrelacionados. La acción sobre un aspecto de nuestro ser afecta necesariamente al otro. En consecuencia, ambos deben tenerse en cuenta para lograr una acción más eficaz en cualquiera de ellos. La combinación de la Acupresura con otros métodos curativos tradicionales, como sucede en el Jin Shin Do, supone, por tanto, un modo de facilitar la liberación de los hábitos autodestructivos y de colaborar al establecimiento de un nuevo equilibrio tanto corporal como mental.
La Acupresura y otras técnicas contenidas en el Jin Shin Do se basan en las teorías y prácticas filosóficas tradicionales de Oriente. Dichas artes se han venido utilizando y desarrollando desde hace siglos, por lo que, de alguna manera, son muy sofisticadas y evolucionadas. Sin embargo, sus bases son muy sencillas y fáciles de aprender. Cada persona, en cualquier edad, debe absorber su sabiduría tradicional y utilizarla y desarrollarla de acuerdo con sus necesidades y con las condiciones del momento. Esto es, cada uno debe seguir su camino. De una manera global, el fin Shin Do puede incluir:
Relajación del cuerpo físico
Reequilibrio del ki (energía vital)
Sistema de ejercicio —físico y trabajo
Principios dietéticos y de herbolario
Técnicas respiratorias para la apertura de los centros vitales
Métodos de meditación y relajación
Relajación y equilibrio emocional
Reflexión sobre uno mismo (autoconocimiento)
Todo el mundo puede descubrir en las artes curativas tradicionales del fin Shin Do, por lo menos, un modo de realzar su propio camino, y una apertura a la comprensión de otros caminos. Muchos individuos dedicados al estudio de estas artes encontrarán mucho más que lo dicho; descubrirán un Camino que les abrirá perspectivas en esta vida y que les proporcionará la posibilidad de un continuo desarrollo personal. Tal punto sólo es posible lograrlo asimilando estas antiguas sabidurías, y convirtiéndolas en propias, dando vida a estas antiguas enseñanzas y técnicas, o recreándolas mediante su uso y reflexión. Esta creatividad procede del Shin, del Espíritu. La espontaneidad con que tal proceso tiene lugar refleja el Tao. En nuestro tiempo, cuando la humanidad asiste tambaleante al cambio de las eras, cuando muchos se preguntan si será alguna vez posible la Nueva Era del Hombre y su pacífico anuncio, el planeta requiere hombres y mujeres que recorran compasivos su Camino. Debemos permanecer abiertos y conscientes de nuestra unidad esencial, la unidad de los individuos con el planeta, y la necesidad de agruparnos para hacer evolucionar el estado de ambos. Queda mucho por hacer, tanto externa o ecológica-mente, corno interna o personalmente. Una buena forma de ayudar al planeta será mediante la liberación de rigideces y bloqueos, centrándonos en nuestros espíritus, equilibrándonos en nuestro flujo de energía y ayudando a los demás a relajarse y equilibrarse. Si podemos convertir en real el principio de que salud y felicidad significan estar en armonía con la naturaleza, mejorará indefectiblemente nuestra condición personal.
Los cambios de la espiral del Tiempo
Los puntos de cambio entre los tiempos son los momentos de mayor intensidad. El presente es uno de ellos. La espiral del cambio gira a mucha velocidad; las cosas cambian rápidamente en casi todos los aspectos de la vida. Es sencillo seguir los cambios del presente, mas no lo es tanto adaptarse a la continua mutación. Sin embargo, ello es necesario si no queremos vernos rebasados por su rapidez.
Entre el macrocosmos y el microcosmos no existe separación; tampoco la hay en el interior del microcosmos. La unidad de todas las cosas del universo y el hombre, del cuerpo y la mente de éste, es la premisa principal de toda la filosofía oriental. Subyace tal concepto en todas las técnicas tradicionales que pretenden hacer evolucionar el estado físico y mental de las personas. El planeta es uno con sus moradores, y las acciones de éstos son o no armónicas, según los estados internos del ser. No existen las panaceas ni las normas universales para poner en armonía el cuerpo y la mente. Sin embargo, existen técnicas cuyo aprendizaje está a nuestro alcance y mediante las cuales podemos conectar con nuestro Espíritu interno y aprender a equilibrar los estados interiores de nuestro ser.
El capítulo de gobierno
Dos son los principios fundamentales en que se basa la terapéutica y la filosofía de las artes curativas orientales. Si comprendemos, utilizamos y tenemos consciencia de ellos, todas las teorías integradas en las artes curativas orientales pueden aprenderse fácilmente y usarse con eficacia, no importa lo vagas o complejas que puedan parecer a primera vista. De hecho, to-dos los demás principios, por fascinantes e importantes que sean, se relacionan con los dos principales.
Los dos principios de gobierno son:
1) el principio dinámico del Yin y el Yang, y
2) el principio del ki, o energía vital.
Estos antiguos principios orientales se hallaban ya expresados por escrito en épocas tan remotas como la primera mitad del primer milenio antes de Cristo (hace casi tres mil años), en el 1 Ching o Libro de los Cambios. Se hablaba de ellos en el tratado de filosofía oriental Tao Te Ching, escrito alrededor del siglo tv a. de C., y sus implicaciones terapéuticas se expresan detallada-mente en el monumental Nei Ching, o Tratado de Medicina Interna del Emperador Amarillo, que se escribió aproximadamente en la misma época. Este tratado constituye todavía un texto fundamental para el acupunturista y el acupresor moderno, y esos dos principios son todavía la premisa básica de todas las artes curativas de Oriente.
El Tao de la acción corporal.
El gran sabio taoísta Lao Tse describe sencillamente la existencia y naturaleza de estos dos principios fundamentales:
El Tao engendra el Uno el Uno engendra el dos, el dos engendra el tres. El tres engendra a Iodos los seres. Todos los seres llevan la sombra (Yin) a sus espaldas y la luz (Yang) en los brazos. Y el aliento de la nada (chi) resuelve la armonía.' ¿Qué significa este poema? El Tao es la fuente primordial, última e infinita. Se convierte en el Uno, en la unidad de las fuerzas, para manifestarse. «Todos los seres, en su unidad, sur-gen a la existencia.»' El Tao mantiene su unidad aunque, como la amiba primaria, pueda escindirse en dos. El Uno, pues, puede hacerse dual, puede escindirse en dos fuerzas: el Yin y el Yang. ¿Qué son estos «dos» primarios? ¿Qué son el Yin y el Yang? Son simplemente palabras utilizadas para describir las dos caras de la Unidad, las fuerzas opuestas pero complementarias que encontramos en todo ser y en todo proceso. Las manifestaciones más primarias del Yin y el Yang son el cielo o espacio (Yang) y la tierra o forma (Yin); también, el día o la luz (Yang) y la no-che u oscuridad (Yin). «Al principio Dios creó el cielo y la tierra... y Dios separó la luz y la oscuridad.»'
El Yin y el Yang no existen independientemente el uno del otro, ni en el universo ni en nuestras mentes. Es imposible concebir una tierra que no estuviera rodeada y mantenida por los cielos; a la inversa, incluso en el espacio existe la materia, pese a que su distribución sea mucho menos densa que en cualquier planeta. Si no hubiera oscuridad, no alcanzaríamos el concepto de la luz, pues no habría nada con qué compararla. La existencia del Yin o del Yang lleva en sí necesariamente la existencia del otro. Básicamente, el Yin es una fuerza pasiva, y el Yang, una fuerza activa; el Yin es receptivo, mientras que el Yang es enérgico. Todas las cosas contienen tanto el Yin como el Yang, aunque una fuerza puede dominar a la otra. «Todos los seres llevan el Yin a sus espaldas y el Yang en los brazos.» Cuando nuestro estilo de vida está lleno de actividad y ocupaciones, la fuerza Yang es la dominante. Cuando nuestras vidas se calman y tenemos más tiempo para la tranquilidad, es la fuerza Jin la que impera. La base de la filosofía del Yin y el Yang es que ambas fuerzas son esenciales en nuestro universo y en nuestras vidas personales. Lo que necesitamos es aprender el arte de conseguir y mantener un equilibrio entre ambos. Por ejemplo, cuando la fuerza Yang domine nuestro estilo de vida en grado extremo, sufriremos una tensión; cuando sea el Yin la fuerza dominante, experimentaremos letargos y debilidad. El ideal consiste en ser Yin y Yang, pasivos y activos, según las circunstancias; ser capaces de tensar los músculos y activar las mentes, y de relajar los músculos y tranquilizar las mentes cuando nuestra necesidad de actividad haya desaparecido. Ya hemos visto al Tao haciéndose Uno, y al Uno haciéndose (los. Así se descorre la cortina etérea y así comienza el juego cósmico. Ambos, el Yin y el Yang, se interaccionan como protagonistas sobre la escena terrestre, o como amigos que se comunican. Entre ellos se crea una vibración. Una vibración muy sutil, etérea y elevada, que constituye la energía básica del universo, la fuerza vital primordial. Tal fuerza, parecida a la energía electromagnética pero con un mayor grado de sutileza, se denomina ki en Japón, chi (chi) en China, Quío en Corea, Arana en la India, prana en Tíbet, energía orgánica en las obras de Wilhelm Reich bioplasma o energía vital en la moderna ciencia occidental.
El ki está en nuestro derredor y en nuestro interior, siempre cambiante y siempre seguidor de las leyes naturales del Yin y el Yang. Nosotros somos como peces sumergidos en el océano del ki. Esta energía vital nos mantiene y alimenta, aunque habitualmente no advirtamos su existencia e importancia. Los científicos occidentales, al analizar el mundo material, lo .dividen en partículas cada vez más finas, cada vez más pequeñas. Según las últimas intuiciones de las investigaciones más avanzadas, se ha descubierto que en la parte más recóndita del túnel, justamente en el centro de todo lo que existe, se halla la energía. En esto consiste la sencillez última, y en ello reside el punto de partida de todas las terapias orientales y de todas sus artes curativas.
La energía precede a la materia, del mismo modo que el pensamiento o las sensaciones preceden a la acción. El ki es la energía vital básica, y está gobernado en sus manifestaciones por la acción del principio dinámico yin-yang. Como dijo Lao Tse, los tres —la fuerza yin, la fuerza yang y el ki— crean todo lo demás. Según la filosofía oriental, todos los seres vivientes poseen el ki. La armonía del ki —su equilibrio yin-yang— es necesaria para el buen funcionamiento de todo ser vivo. Así, todas las cosas están «resueltas en la armonía (chi)». Mediante el control del chi o ki se puede desarrollar fácilmente la armonía o equilibrio entre el Yin y el Yang. En esto consiste el proceso de centrarse, de encontrar «la gran cumbrera» (Thai Ch'i) alrededor de la cual giran en armonía los polos opuestos.
El Yin y el Yang, la espiral del cambio
Podemos utilizar el principio yin-yang a modo de nuevo y diferente instrumento analítico, dividiendo todas las cosas en categorías a partir de él' Pese a que tales descripciones pueden ayudarnos a expandir nuestra consciencia del mundo, no dejan de ser conceptos intelectuales estáticos a menos que les añadamos una comprensión de la naturaleza dinámica del Yin y el Yang. Estos son, y en ello reside su principal importancia, un modo de describir el cambio, un modo de observar y sentir los ritmos vitales. Aunque el arte o ciencia del Yin y el Yang fue desarrollado principalmente por los antiguos orientales, el pensamiento yin-yang es la base de muchas culturas tradicionales, pues el cambio —la existencia e interacción de las polaridades— es básico para la vida. Actualmente, la antigua filosofía yin-yang, que tan importante fue entre los filósofos y terapeutas tradicionales de
Durante distintas épocas y en diferentes zonas de Oriente, las palabras Yin y Yang han tenido pronunciaciones cambiantes. «Yin» y «yang» son los vocablos más utilizados en Occidente; por ello nos ceñimos a tales palabras, aunque en la actualidad se utilicen en Japón dos pronunciaciones distintas de «yin», bien con el sonido «Iin», bien con el «yo-o», como en «cooperar». La pronunciación más habitual de «yin» y «yang» es la china, en la que la y griega se enuncia como i. En chino, «yin» se dice «yen», en tanto que «yang» se pronuncia con una o alargada, como «yoon», más que con el sonido nasal de, por ejemplo, «bang».
Oriente, tiene un fuerte eco en la ciencia moderna de los ritmos biológicos. Un informe sobre estos biorritmos del Instituto Nacional de Salud Mental estadounidense afirmaba que «unos ritmos invisibles subyacen bajo lo que consideramos constante en nosotros y en el mundo que nos rodea. La vida es un fluir constante, pero este cambio no es caótico. La naturaleza rítmica de la vida en la tierra es, quizá, su propiedad más usual, pese a no resultar demasiado perceptible... La noche sigue al día. Las estaciones cambian. Las mareas suben y bajan. También nosotros cambiamos, desde el sueño nocturno a la actividad sin descanso del día. También nosotros mostramos las ondulaciones rítmicas del planeta»
Si observamos el símbolo del yin-yang, veremos que no es estático, sino que muestra un cambio rítmico continuo, fluido y vital. El Yin está simbolizado por la porción negra (en ocasiones verde), representando lo que es pasivo, receptivo, flexible, oscuro o frío. El Yang está simbolizado por la porción blanca (o roja, a veces), que simboliza lo activo, enérgico, firme, brillante y cálido. Estas dos son las fuerzas .vitales, las tendencias básicas de toda la creación. Son como la trama y la urdimbre del tejido de la vida, que juntas teje la tela de la existencia con sus variados e interesantes matices y diseños.
Si partimos del punto 1) del símbolo yin-yang que antecede, veremos que la porción Yin, la oscura, está en su punto más pequeño. Si seguimos el círculo en la dirección de las agujas del reloj, el Yin va haciéndose cada vez mayor, hasta alcanzar su punto máximo en 2). Aquí empieza a transformarse en Yang, que está en su punto más pequeño. Si seguimos dando la vuelta al círculo en la misma dirección, vemos que el blanco, o Yang, es el que ahora crece gradualmente hasta regresar al 1), donde alcanza su posición máxima, para volver a transformarse en Yin. Si seguimos el círculo una y otra vez, veremos que el proceso de cambio descrito en el símbolo yin-yang no es un mero círculo, sino un ciclo de cambios constantes de Yin a Yang, de Yang a Yin, y otra vez de Yin a Yang. No obstante, esto no significa que la existencia sea un círculo fútil de cambios sin sentido en el que estemos atrapados. En toda la filosofía oriental es básica la fe, intuitiva o racional, en el orden del universo, incluidas tanto la naturaleza de los mundos como la humana. «La grandeza de toda virtud reside en su fidelidad al Tao», dice Lao Tse. «...Esta esencia es verdadera. Desde los tiempos más remotos conserva invariable su nombre.»`' Tal fe nos trae la paz y la tranquilidad, pues «donde está el Tao, está el equilibrio»' La fe en el Tao es el resultado natural de su contemplación; no se trata de una creencia forzada o artificial. «Esta veneración al Tao y la estima de la virtud no es impuesta, sino una inclinación espontánea.»' El Tao es «la gran virtud»; su camino es esencialmente «virtuoso», en el sentido de que va hacia la Bondad Suprema. ¿Cómo actúa el Tao? ¿Cómo manifiesta la bondad suprema? «El camino (Tao) del cielo consiste en quitar al que le sobra y dar al que le falta.»' Lo innecesario se abandona; lo necesario es provisto. No se contiene aquí concepto alguno referido a la batalla entre las fuerzas de la razón y de la maldad. «El Tao del cielo no combate; pero con seguridad alcanza la victoria.» La fe en el Tao no reside en los ciclos, sino en la espiral de los cambios, pues una espiral es un ciclo con un rumbo. El Tao impregna todas las cosas y les da existencia. El cambio constante de todas las cosas tiene un rumbo gracias a su «taocidad».
Este rumbo no es exactamente un propósito divino, sino más bien una tendencia constante hacia el Tao, la Fuente, parecida a la que el niño siente por la madre. Esta es cierto tanto en la naturaleza como en la condición humana, pues ambas son manifestaciones del Tao. «El Tao, por su naturaleza, no actúa, pero nada, hay que no sea hecho por él. Si los príncipes y los reyes pudieran adherírsele, todos los seres evolucionarían por sí mismos.» "
Yin y Yang: la espiral del Cambio
El taoísta, la persona que sigue el Tao, no pretende forzar una «buena» dirección en el desarrollo de las cosas. Antes bien, se preocupa de desarrollarse a sí mismo, de descubrir su espíritu original, su naturaleza Tao. Lao Tse dice: «Sólo yo soy diferente a todos los demás porque aprecio a la Madre que me nutre»." Este es el más alto desarrollo del egoísmo, el valorar la búsqueda de la claridad y el sustento interior. Nosotros somos inherentemente egoístas, pues todos compartimos un deseo común de mayor felicidad. Incluso cuando estamos ayudando a otros, actuamos de modo que esperamos o sabemos que, directa o indirectamente, nos proporcionarán un mayor grado de felicidad. Esta felicidad que pretendemos no puede conseguirse con la adecuación a nuestra naturaleza interna, ni con la sola adecuación a la naturaleza de los demás. Debemos ser libres para adoptar ambas actitudes, para ser tanto activos como pasivos. Difícilmente nos será dado facilitar el camino a los demás si nosotros mismos no somos dirigidos en nuestro crecimiento. Sin embargo, todos nos mostramos avergonzados de un modo u otro por nuestro egoísmo. Es importante advertir que comportarse siempre de un modo altruista y nunca egoísta representa una carga imposible e innecesaria. Si observamos y darnos validez a nuestros propios deseos internos, comenzaremos a notar las fuerzas que mueven a todas las personas. Es así como nace la verdadera compasión y el auténtico amor por los demás, y como empezamos a responder a éstos más espontánea y directamente. ¿Por qué tener miedo del egoísmo? ¿Por qué tener miedo de hacer precisamente lo que desearnos o de que los demás hagan lo que quieren? Porque no creemos verdaderamente en la naturaleza, o en la naturaleza humana. Porque tenemos miedo de la naturaleza intrínseca del mundo y de la humanidad. Cuando se tiene fe en el Tao, y cuando la vida del hombre se adecua a tal Camino, el Tao actúa espontáneamente en el hombre. Cuando se olvida el Tao que llevamos dentro, nos vemos obligados a confiar solamente en nuestras propias fuerzas, pues nos apartamos de «la Fuerza» o camino universal. ¡Uno debe presionarse a sí mismo insistentemente! Si fuera otro el que nos sometiera a tal presión, seguramente mostraríamos un acusado resentimiento, pues nos llevaría a un grado de presión intolerable. De hecho, nuestra inconsciente actúa en nosotros de un modo poderoso.
En nuestro interior estamos frustrados, preocupados y ansiosos tanto por nuestra asunción de las inmensas responsabilidades personales como por lo que los demás descargan en nosotros. Cuando relajarnos nuestra seriedad respecto a nosotros mismos y aceptamos el flujo universal de las cosas, este flujo comienza a actuar en nosotros. Al aceptar el Tao en nuestro interior, permitimos que el Tao funcione en nosotros. Entonces comienzan a suceder fenómenos muy interesantes. La filosofía del Tao es de una asombrosa liberalidad, pues elimina la intensa presión que ocasionaría toda rigidez en el establecimiento de un Camino hacia la virtud. Dice que la virtud última existe ya: lo único que nos corresponde hacer es aceptar nuestra participación en ella. Así, la libertad es la que se halla en el Tao, y no la que surge del Tao. «Lo que esté contra el Tao pronto acabará.» La respuesta instantánea a la libertad del espíritu es la risa, que no es sino la expresión de la relajación orgánica cuando la presión extrema sobre uno mismo se esfuma. La risa o la sonrisa cálida son la manifestación física de la alegría del individuo al unirse con su Fuente, semejante a la del niño que corre hacia su 'madre. Así, como afirma Michio Kushi, uno de los principales maestros y filósofos orientales, «la diferencia entre el hombre, libre y el santo es que el liberado tiene mejor humor».
Ejemplos del cambio yin-yang. Todo arte, todo trabajo, todo hecho de la vida manifiesta el ciclo de cambios descrito en el símbolo yin-yang. Ilustra básicamente el ciclo de cambios entre el Yin y el Yang —entre la pasividad y la actividad. También nos muestra que se trata de un cambio gradual, del pequeño Yin al gran Yin, de éste al pequeño Yang, de él al gran Yang, etcétera.
Uno de los ejemplos más primarios del cambio yin-yang es el de las estaciones. El verano, la estación más calurosa del año y tiempo de crecimiento máximo de la naturaleza, es el momento más Yang del año. El invierno, la estación más fría y tiempo de descanso e hibernación, es Yin. La primavera, que acostumbra ser una estación cálida y también tiempo de nacimiento y regeneración, es Yang; el otoño, por lo general más frío y tiempo de recolección, es Yin. El verano da paso al otoño, éste al invierno, que se transforma en primavera, para regresar al verano, de modo cíclico y continuo. En nuestras actividades solemos reflejar este cambio cíclico de las estaciones. También nosotros notamos una sensación de regeneración durante la primavera, cuando todo lo contenido en la naturaleza nace a la vida. Durante el verano, mientras crecen animales, plantas y cosechas, nos sentimos físicamente activos. Al llegar el otoño, cuando las cosechas maduran y se recolectan, cuando las hojas cambian de color y caen de los árboles, comenzamos a conformarnos en objetivos más tranquilos. Por último, durante el invierno pasarnos más tiempo dentro de nuestras casas; relajándonos, hablando o pensando. Para mantener el equilibrio con el ambiente, nuestro cuerpo responde a estos ciclos naturales haciéndose más yin durante la época extrema del yang (calor) y más yang durante la época más marcadamente yin (frío). Los días calurosos, los poros de la piel se abren y sudan para enfriar el cuerpo. Los días fríos, los poros se cierran y los vasos sanguíneos se contraen para conservar el calor interno. Estos y otros tipos de cambios y adaptaciones del cuerpo pueden potenciarse según nuestro estilo de vida, que debe estar en armonía con los cambios que registra el ambiente.
El Emperador Amarillo decía: «Cubierta por el Cielo y sostenida por la Tierra, toda la creación, en su más completa perfección, está pensada para su mayor logro, que es el Hombre. Éste vive en la respiración de Cielo y Tierra, y logra la perfección mediante las leyes de las cuatro estaciones. El gobernante y las masas comparten el mismo deseo: conseguir un cuerpo perfecto»." ¿Cómo seguimos las leyes de las cuatro estaciones? Durante el verano, la intuición nos lleva a enfriar el organismo siguiendo una dieta más yin, compuesta de muchas frutas, verduras, líquidos y poca sal. Llevamos ropas más ligeras y, tras un rato al sol, buscamos ambientes más fríos, más yin. Durante el invierno, en cambio, nos atraen más las comidas calientes, los cocidos, cereales, alimentos animales incluso, y consumimos menos líquidos, todo lo cual nos hace conservar el calor. Llevamos ropas más cálidas y, cuando llevamos un rato expuestos al frío, buscamos un ambiente más caldeado, el proverbial fuego de la tierra. Todos los seres vivos comparten el ciclo vital, consistente en nacer, crecer, reproducirse y descansar. En nuestro trabajo habitual, el ciclo se compondría de aprendizaje, experiencia, pericia y aceptación o respeto. En lo relativo a las relaciones, puede componerse de atracción, surgimiento del amor, comunicación y armonía o bienestar. En nuestra vida individual, existe un ciclo general que abarca la niñez y adolescencia (el nacer), los primeros estadios de la madurez (el crecer), la madurez en sí (reproducción) y la edad senil (el descanso)." El Yin y el Yang son herramientas o juguetes que podemos utilizar para armonizar nuestra vida individual con los cambios de la naturaleza. En cierto modo, siempre estamos en armonía con ésta, pues somos naturaleza. Sin embargo, en ocasiones nos parece que estamos fuera del engranaje, que nuestras vidas están llenas de cambios abruptos sin sentido de continuidad. Si utilizamos el yin-yang para comprender el proceso de cambio —lo, que requiere en primer lugar la contemplación y aceptación de la realidad de tales cambios— descubriremos que la vida fluye más suavemente de lo que pensábamos. El viaje por la vida se parece a la conducción de un automóvil. Si giramos el volante de modo que las ruedas vayan primero a la derecha y luego a la izquierda, el coche quizá permanezca en la carretera, pero nos resultará bastante difícil controlarlo. Si comprendemos cómo actúa el volante y lo giramos a derecha e izquierda sólo lo suficiente, conseguiremos los mismos o mejores efectos con mayor suavidad, convirtiendo la conducción en algo más placentero y alegre.
El ki, la fuerza vital. El ki es una energía más primaria que la de los sistemas endocrino, nervioso o circulatorio. Los tratados dicen que «la sangre sigue al ki», lo cual significa que incluso el buen funciona-miento de un sistema vital tan fundamental como es el sanguíneo o vascular depende y deriva del estado del ki. Éste consiste en una energía más sutil que la eléctrica o la electromagnética. Es, en realidad, la energía básica de la vida o Tao. En todas las terapias y artes curativas tradicionales de Oriente resulta básica la determinación del estado ki habitual en una persona y las prácticas o técnicas para equilibrarlo y reaprovisionarlo. Aunque todo ki es básicamente la misma energía vital, cada animal y cada planta tiene su propia forma de ki, del mismo modo que toda especie tiene su forma de alimentación física. “Según las distintas culturas, existen diferentes equilibrios entre el Yin y el Yang para las diversas edades de la persona; por ejemplo, duran-te los últimos años de la vida de un individuo habrá más períodos de descanso que en otras épocas, pero todavía se registrarán períodos de actividad y de contribución positiva a la sociedad.
Cuando los seres vivos ingieren comida, sus organismos descomponen los elementos extremadamente complejos que la forman, de modo que los elementos nutritivos —hidrato de carbono, grasas, proteínas, vitaminas, minerales y agua— pueden utilizarse en las miles de reacciones químicas internas que mantienen la vida. De modo similar, los seres vivos absorben el ki del cielo (mediante la respiración) y el de la tierra (mediante los alimentos), y combinan ambos para formar el «verdadero ki» del ser o energía vital. Este ki o energía vital del cuerpo fluye tanto externa (bajo la superficie de la piel) como internamente (en los tejidos in-ternos y en los órganos), a través de caminos definidos y ordenados que cruzan el cuerpo. Tales caminos, que se encuentran en todas las criaturas vivientes, se denominan meridianos y canales. Sus rutas han sido trazadas y descritas en diagramas des-de tiempos remotos; también se han utilizado métodos modernos de investigación científica. Los tratados afirman que la salud y la felicidad abundan cuando el ki fluye libremente por tales caminos de modo constante y ordenado, sin que haya demasiada actividad (Yang) o pasividad (Yin). El ki vitaliza entonces todas las células, tejidos, órganos y sistemas del organismo, integrando su funcionamiento. Los puntos de Acupuntura son, desde el punto de vista tradicional, aquellos en los que sale a la superficie del cuerpo el flujo del ki. Para expresarlo con un lenguaje científico, diremos que dichos puntos son de alta conductividad eléctrica o, lo que es igual, de baja resistencia eléctrica. Actúan a modo de amplificadores, que transportan el ki de un punto a otro. Los meridianos y canales son las líneas de transmisión por las que fluye el ki. No son visibles al ojo humano, pero bajo ciertas circunstancias es posible notar el ki que fluye por ellos. La persona puede realmente advertir su propio ki en el estado de meditación o de meditación en movimiento (tal como el Thai Chi), los ejercicios externos del yoga taoísta). Más aún, ciertos individuos logran notar su flujo por el cuerpo e incluso alcanzan a marcar una parte o todas sus rutas. Así se descubrieron en un principio los meridianos y canales de la Acu-puntura, y aún hoy no es raro este método de descubrimiento mediante la espontaneidad y la intuición. Jiro Murai, el maestro que ha transmitido la antigua técnica de la Acupresura Jin Shin, experimentó el flujo del ki de esta manera, como lo han venido haciendo los ascetas y místicos a
Durante mi investigación en el Japón, me explicaron que Jiro Murai había perdido la salud a causa de una vida de disipación, que le había llevado a enfermar de gravedad cuando apenas había sobrepasado los veinte años. Ni su padre ni su tío, que eran Médicos, pudieron ayudarle. Siempre celoso de su independencia, Jiro Murai dijo: «Al menos, escogeré el modo en que quiero morir». Insistió en que le llevaran a la cima de las montañas, donde se dispuso a guardar ayuno hasta la muerte. Allí, en las montañas, Jiro Murai recordó la extraña energía que fluía por todo el cuerpo humano, según la antigua tradición. Provenía de tiempos ancestrales. Recordó la posición de las manos en las estatuas de Buda —que se hallaban en todas las ciudades y aldeas del Japón— e hizo experiencias con estas sencillas posturas de meditación mientras aguardaba la muerte. 'A los pocos días, se sintió invadido por un intenso calor. Comenzó a notar unos «ríos de fuego» que le corrían por el cuerpo. Utilizando la posición de las manos, fue capaz de notar las corrientes de la energía, los meridianos y canales, e incluso llegó a trazarlos. Los dibujos que trazó del flujo de energía que había sentido eran muy parecidos a las cartas de Acupuntura que se habían marcado desde tiempos remotos. El ayuno había vuelto a Jiro Murai extremadamente sensible y consciente de tales energías; pronto logró el control sobre ellas.
Cuando finalizó su experiencia, Jiro Murai estaba totalmente curado. Se arrodilló en señal de gratitud y juró al cielo que se dedicaría al estudio de la antigua sabiduría y la devolvería a la humanidad. Donó sus descubrimientos a uno de los santuarios más antiguos del Japón, el Santuario de de Osaka. Desde entonces, viajó por todo el país desarrollando métodos para equilibrar el ki con el objeto de ayudar a los demás. Enseñó a quien quiso escucharle métodos sencillos para autocontrolar el ki por medio de la Acupresura y la meditación. En aquella época, por todo el Japón se registraba un movimiento que dejaba de lado la cultura tradicional para abrazar activamente los modernos modos occidentales. Todo el mundo olvidaba la sabiduría de los antiguos y se volcaba en el cono-cimiento de la ciencia y la tecnología modernas. Ahora, más de medio siglo después, vemos que es el nuevo mundo el que tiene necesidad del antiguo; es Occidente quien necesita de Oriente, y el método científico el que requiere la visión intuitiva. Nosotros, que ahora seguimos la sabiduría de los viejos tiempos, debemos mostrarnos profundamente agradecidos a quienes la mantuvieron y desarrollaron, y a sus alumnos que nos la han transmitido. Sin ellos, tales dones nunca hubieran llegado a nosotros.
La Acupresura Jin Shin Do, que deriva de los descubrimientos de Jiro Murai y otros maestros como él, es una técnica intrínsecamente meditativa. Predica un estado de relajación semejante al que se experimenta en la meditación profunda, un estado en el que la persona puede experimentar su propio ki; a menudo, si está suficientemente relajada y receptiva, puede notar que «fluye» o «corre» por su cuerpo. Al final de un tratamiento de Acupresura Jin Shin Do, sus experimentadores sienten habitualmente una sensación general de flujo del ki que les aparta del reino material para trasladarlos a un reino de consciencia distinto, al que podemos denominar «estado de ondas alfa»; es posible experimentar estados semejantes durante la respiración hora y otras formas de meditación, y en cualquier experiencia verdaderamente creativa, sea música, arte, comunicación, trabajos manuales, etcétera.
Algunos de los individuos que se someten a tratamientos de Acupresura Jin Shin Do son lo suficientemente sensibles para describir con claridad las partes de la corriente de ki que están experimentando. Tanto al escuchar las descripciones de estas personas como al estudiar mis propias experiencias, me sorprendo ante lo mucho que coincide con los antiguos dibujos de la energía. También me ha sorprendido siempre la facilidad con que tanto el recibir como el dar un tratamiento de Jin Shin puede transportar casi a cualquier persona a un plano distinto de la existencia, en el que las cosas parecen fluir de pronto con más claridad, brillantez y facilidad. La teoría y la técnica de la Acupuntura y la Acupresura sur-gen de la experimentación directa e indirecta del ki o energía vital, y su origen se remonta a más de cinco mil años. En la actualidad, la existencia del ki es la premisa básica de todas es-tas artes curativas; con todo, nos es dado experimentarla incluso con métodos científicos de investigación.
Ya en 1940, varios científicos soviéticos dirigidos por Semyon y Valentina Kirlian habían desarrollado técnicas mediante las cuales lograban fotografías de esta energía tal como se ve en los seres humanos y en otras formas de vida. Utilizaban, básicamente, placas fotográficas sobre campos eléctricos de alta frecuencia que hacían que los objetos radiaran un campo energético que aparecía como líneas o puntos de luces coloreadas en el papel fotográfico. Estas «fotografías Kirlian»» proporcionaron la primera prueba científica, ahora ya muy popular, de la existencia de la «energía vital» (ki), que durante miles de años había constituido la base de las terapias y prácticas curativas orientales.
Muchos investigadores occidentales han realizado experimentos con las fotografías del método Kirlian, y entre ellos destacan Moss y Johnson, de la Universidad de California, en Los Ángeles." Las fotografías Kirlian muestran las formas externas e in-ternas de los seres vivos; son efectos típicos los «campos» que rodean los objetos (o sujetos) fotografiados. Las fotografías tomadas con este método de hojas arrancadas de plantas muestran campos de fuerza, menor cuanto mayor es el tiempo transcurrido desde que las cortaron. Las fotografías Kirlian de las yemas de los dedos humanos muestran campos ovales plenos y. equilibrados en personas de buena salud, y campos menores y más caóticos en las personas muy turbadas o desequilibradas. Así, los «campos» parecen tener relación con la salud o enfermedad de los organismos vivos. Ciertos investigadores consideran que son representaciones visuales de una «bioenergía», del antiguo «flujo del ki». La fotografía Kirlian sólo es uno de los sistemas modernos, cada vez más abundantes, utilizados por los científicos orientales y occidentales para experimentar e intentar comprender o verificar el concepto del ki. Aunque muchas de tales investigaciones se han realizado recientemente, ya a principios de siglo el gran psicólogo Wilhelm Reich había descubierto esta energía vital. Bajo la denominación de «energía orgónica», la experimentó científicamente y la observó, aprendiendo al detalle la relación entre las tensiones físicas o «endurecimientos» (el bloqueo del flujo de dicha energía vital básica) y las dificultades mentales o emocionales.
Jin Shin Do: la liberación del ki y su readecuación
Las grandes religiones antiguas y las filosofías de todas las culturas incluyen conceptos para el entendimiento y comprensión de la fuerza vital universal, del ki. En esto se fundamentaba el antiguo taoísmo. Como escribía John Blofead, un sorprendente viajero con grandes facultades para absorber y transmitir conceptos, «la pintura y la poesía taoísta pueden considerarse el reflejo de una percepción directa y una experiencia consciente del funcionamiento de la naturaleza, que tiene poco en común con el método analítico de geólogos, botánicos y demás exponentes de las ciencias naturales. Los taoístas, como Wordsworth, percibían el universo como un organismo vivo, cuyos parajes y corrientes se encontraban infusos de un misterioso espíritu, y cuyas rocas y montañas estaban dotadas de una fuerza vital»." Del flujo universal de energía, del ki, participa no sólo el hombre, sino toda la naturaleza. Los occidentales hemos empezado a ver recientemente esta fuerza vital en las fotografías Kirlian, y se ha registrado su actividad en multitud de experimentos científicos de todo tipo; la sentimos incluso en nosotros mismos, a través de la meditación y las artes curativas. Por fin hemos roto nuestro escepticismo y estamos en condiciones de comenzar a utilizar el tres que mencionaba Lao Tse: el Yin, el Yang y el ki. La energía del universo se comunica al hombre mediante los meridianos o canales del ki. El ki fluye por los meridianos de nuestro cuerpo energético de la misma manera que la comida y los líquidos fluyen por el aparato digestivo de nuestro cuerpo físico. El fluir del ki por los meridianos conforma nuestro «cuerpo energético». El ki de nuestro cuerpo es el que absorbemos del universo. Es parte del ki que otros seres (plantas, animales, hombres y de-más criaturas vivientes) han utilizado y expelido con anterioridad. Cada persona es, en realidad, una unidad purificante o tóxica de dicha energía. Si procedemos gradualmente a purificar el ki de nuestro cuerpo y a limpiar progresivamente nuestros canales de energía, participaremos de un modo más completo de la energía vital del universo, al tiempo que, al expeler un ki más limpio, potenciaremos el que otros lo logren también. Cuando nos ayudamos a nosotros mismos y a nuestros amigos, estamos procediendo a un auténtico cambio en el esquema completo de todas las cosas del universo.
Del mismo modo que cada pensamiento que emitimos tiene su propia vibración y pone en acción cambios de causa y efecto tanto físicos como emocionales, el ki que se expele va a las demás cosas y les confiere motivaciones más o menos elevadas. Tal es la razón de que la simple presencia de una persona feliz provoque sensaciones de paz, tranquilidad y alegría, mientras que la mera presencia de una persona desgraciada provoque las sensaciones contrarias de ansiedad, irritación o depresión. La energía no desaparece ni se disipa. Sencillamente se transforma, se transmuta y se transmite. Las antiguas prácticas curativas del Jin Shin Do pretenden fortalecer la absorción de la energía vital, y equilibrar y dirigir su flujo por nuestro cuerpo, para que siga su curso apropiado. Cuando aumenta la tensión y el fluir del ki corporal se paraliza o se desvía, las disfunciones físicas resultantes pueden provocar enfermedades en el cuerpo. Cuando estamos bloqueados, percibimos el Tao, el Uno, los dos (el Yin y el Yang) y los tres (Yin, Yang y ki), como si estuvieran tras un cristal empañado. Nos preocupamos entonces de todas las cosas, del mundo material. Al perder el contacto con el Tao (la Naturaleza o Dios) nos alienamos de las energías curativas divinas. El tratamiento Jin Shin Do de Acupresura se basa en la relajación de, las zonas del cuerpo en las que suelen desarrollarse los bloqueos, tensiones o detenciones del flujo del ki. Para ejercer estas técnicas de relajación, el Jin Shin Do utiliza los caminos mediante los cuales el cuerpo regula y equilibra el flujo del ki. Así, el tratamiento Jin Shin Do ayuda al cuerpo a recuperar su equilibrio físico, emocional, mental, espiritual y «enérgico». De este equilibrio entre el Yin (la pasividad) y el Yang (la actividad) fluyen pensamientos, sensaciones y acciones mediante las que el individuo puede alcanzar esferas de consciencia cada vez más amplias. Si el individuo no trata de equilibrar el ki cuando se pone a practicar estas artes curativas orientales, el trabajo que desarrolle no pasará de ser superficial. El ki es la energía más primaria, la energía básica de la vida. El ki se manifiesta. La materia —sea el cuerpo, un árbol, una casa o la tierra— es, en términos orientales, «ki congelado» (o ki moviéndose a una vibra-ción o tono menor de la que puede desarrollar). Para llevar a cabo el cambio más fundamental, debemos liberar y equilibrar el ki. Es preciso actuar directamente para transformar los estados físicos, emotivos y mentales que afectan al estado del ki, pero también puede suceder lo contrario: que mediante el con-trol del ki puedan transmutarse dichos estados. Esta comprensión básica hace que todas las terapias y artes curativas orientales sean de naturaleza más preventiva que sintomática.
Conocerse a uno mismo Quien conoce a los demás es sabio;
Quien se conoce a sí mismo se ilumina.'
El Yin y el Yang de las esperanzas humanas.
Todo cambia continuamente de Yin a Yang y de Yang, a Yin. Percibir así el cambio cualitativo (y espiral) puede mejorar la calidad de nuestra vida individual, pues nos libera de la visión en túnel que nos suele causar la infelicidad. Constantemente nos vemos envueltos en situaciones que calificamos de «malas» y nos entra el temor de que se prolonguen durante mucho tiempo; o tememos que las situaciones que consideramos «buenas» no duren para siempre. Cabría denominar a las primeras «el síndrome del castigo», y a las segundas «el síndrome del placer». Ambos son destructivos por igual de nuestra felicidad y autodesarrollo, y ambos se derivan de nuestra inseguridad personal, de nuestra fijación en el «bien» y el «mal», y en la falta de comprensión o de fe en el orden del cambio universal. El principio del Yin y el Yang nos enseña que nada es inmutable, y que nada es bueno o malo en esencia. El concepto del bien y del mal es dualista: se refiere a la relación de los sucesos que acaecen con los objetivos y deseos humanos, pero no es una cualidad inherente a la naturaleza de las cosas. Más aún; incluso la propia concepción de nuestra vida, dejando de lado la vida del Universo, es demasiado limitada para permitirnos juzgar correctamente qué es lo bueno y lo malo. Muchas veces nos rebelamos, rechazamos, nos quejamos o nos causan inquietud ciertos sucesos que a la larga resultan necesarios para nuestro crecimiento, comprensión o felicidad general.
En todas las culturas influidas por la filosofía oriental encontramos juntas la creación y la destrucción, como si fueran las dos manos de Dios. Incluso Tara (o Kuan Yin, la encarnación de la energía compasiva) tiene un aspecto fiero y diabólico, aun-que generalmente aparece como una diosa serena, hermosa y angelical. Etiquetar a una u otra apariencia como buena o mala sorprendería a los antiguos, pues ello representaría rechazar la mitad de la existencia, en lugar de abrazar el Tao, «todo lo que es». La cuestión a precisar es que, ya que podemos utilizar el dualismo bien-mal, no tenemos por qué etiquetar nada con él. Si lo hacemos habitualmente, tenderemos a poseer una visión reducida de las cosas, pues sólo observaremos el deseado «bien» o el temido «mal», cerrándonos todo un espectro de percepciones y siendo manipulados por nuestras propias ideas de bien y mal. ¿Cómo escapar a nuestra visión restringida de las cosas? ¿Cómo transformar nuestros síndromes de castigo y placer? El principio dinámico del Yin y el Yang es una antigua herramienta que acaba con las restricciones mediante la revelación de una perspectiva vital diferente y más completa. Si nos hallamos en una situación difícil o «mala» y tememos que se prolongue mucho tiempo, lo primero que debemos hacer es observar el problema tal como es, y luego ver la forma de cambiarlo. Por ejemplo, podemos encontrar problemas en una situación personal o profesional que nos gusta, y sentir que es-tamos estancados, que no vamos a ninguna parte o que estamos en proceso de regresión. Hay una frase japonesa que describe esta situación: «haiiro no seikatsu», que significa literalmente «la vida tiene el color y el sabor de la ceniza». La situación, aun-que podamos interpretarla como «mala», es sólo yin, demasiado pasiva, y de ahí el estancamiento. El Yin extremo pasa natural y necesariamente a Yang: nos promocionaremos y tendremos el reconocimiento que pretendemos; hallaremos un interés personal o profesional nuevo o más profundo, o nos descubriremos impulsados fuera de tal situación incluso sin quererlo conscientemente. Pongamos un ejemplo a la inversa: quizás hayamos alcanza-do una situación que durante mucho tiempo hemos pretendido, o hemos encontrado un nuevo y profundo amor. En este punto surge el síndrome del placer: «Está tan bien que no puede durar»; ahí debe continuar la línea de pensamiento: «Estoy tan bien que tengo que mantenerme así». Nuestros temores y preocupaciones pueden de hecho crearnos vibraciones, que acaben con nuestra promoción profesional o que alejen al ser amado. Nuestra adhesión al placer y la excitación puede también llevarnos a la creación de un globo de alegría casi histérica que, al ser tan extrema, pueda pincharse fácilmente. Si descubrimos aspectos difíciles de la situación —las mayores exigencias laborales que conlleva nuestra nueva situación o profesión, o las dificultades personales con el ser amado—, o si somos rechaza-dos tras una aceptación inicial, quedaremos aniquilados. Debemos aprender a aceptar y disfrutar de la felicidad como derecho que nos corresponde por nacimiento, y a considerar las dificultades como maestras; entonces no tendremos una necesidad tan desesperada de asirnos a las crestas de las olas. El objetivo del buscador oriental no era abrazar el bien y rechazar el mal, sino abrazar todos los fenómenos, sin respetar sus méritos relativos, y vivir armónicamente con la Verdad del Cambio de la Naturaleza, sutil pero inmensa. El Yin cambia a Yang, y el Yang cambia a Yin; la espiral del cambio es continua. Si realmente logramos incorporar este principio a nuestras vi-das, nos resultará mucho más sencillo y alegre fluir con los cambios de la vida. Alan Watts, que posiblemente hizo más que ningún otro filósofo occidental por introducir el camino taoísta, relataba una vieja leyenda que constituía un ejemplo de tal camino. Un granjero tenía un caballo. Un día, éste desapareció. Por la tarde, los vecinos se reunieron para darle la condolencia por tan mala fortuna. El granjero respondió: «En lin!». Al día siguiente el caballo regresó, trayendo con él a seis caballos salvajes; los vecinos le visitaron para congratularse por su buena estrella. Te repuso: «En fin». Al día siguiente, el hijo del granjero in-tentó montar uno de los caballos salvajes, que le derribó y rompió una pierna. Nuevamente los vecinos fueron a expresarle su sentimiento, a lo que contestó: «En fin». Un día después, llegaron a la aldea unos soldados que reclutaron a los hombres jóvenes para ir a servir al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por su pierna herida. Cuando los vecinos comentaron lo bien que le había resultado todo, les respondió: «En lin!».' El autor comentaba: «La visión del mundo según el Yin y el Yang es un cielo sereno».
El invierno se transforma en verano, y el verano en invierno, una y otra vez. El sol sale y se pone; la luna se llena y se vacía. Las mareas suben y bajan. Las hojas mudan su color de verde a marrón, y el cielo va de la luz a la oscuridad. Nosotros no somos distintos a la naturaleza; también somos parte de ella. Nuestra vida fluye en armonía con los cambios cósmicos. El propósito del principio yin-yang es la expresión de tal armonía. La experiencia de ésta es el alma de todas las artes curativas tradicionales de Oriente. Reducir nuestra felicidad a la consecución de determinados objetivos o deseos, y no abrirse a lo que surja de los cambios que pueda traer la vida, es limitar la felicidad a períodos de tiempo muy determinados. Si centramos nuestra felicidad en la consecución de ciertos objetivos específicos, materiales y confortables para nuestro ego, en lugar de centrarla en el propio proceso de crecimiento, en la experiencia de despertar la propia consciencia y en todos los cambios de la espiral, nos negamos 350 grados de felicidad en cada revolución.
El karma es para crecer
El suelo es para el crecimiento de las plantas lo que el karma (los sucesos y dificultades de la vida) para el nuestro. El suelo proporciona los elementos nutritivos indispensables para el crecimiento de la planta, y es al mismo tiempo una barrera contra la que deben luchar en sus primeros esta-dios las semillas hasta alcanzar la luz del sol. Nosotros pretendemos que nuestra vida sea lo más feliz posible. Sin embargo, la auténtica felicidad reside en la iluminación final: no en convertirnos en lo que creemos que debemos ser ni en lo que otros crean que debemos ser, sino en ser nosotros mismos, en lograr nuestra naturaleza Tao, descubriendo o liberando nuestro espíritu interno. Esta claridad y liberación progresiva no acaece con facilidad.
Tampoco el pequeño brote encuentra fácilmente su camino a través del suelo que le rodea y le nutre. Las dificultades, problemas y dilemas son para nosotros lo que el suelo para la planta: barreras y alimento al mismo tiempo. Nutren nuestro crecimiento enseñándonos y haciendo expandir nuestros límites. Si aprendemos a disfrutar y apreciar tanto lo favorable como lo desfavorable, si comprendemos todo nuestro karma, seremos capaces de surgir a nuestro sol espiritual. Este sol, la luz del Tau, es tan necesario para seguir con una vida auténtica como el sol terrestre lo es para la vida de las plantas.
El Yin y el Yang de nuestro estado físico. Acabamos de explorar la filosofía yin-yang para: 1) ver y comprender con más claridad la naturaleza del cambio; 2) aprender esta antigua herramienta de auto perfeccionamiento, y 3) poder equilibrar nuestro estado físico mediante el uso de las tradicionales artes curativas de Oriente. Al centrarnos ahora en este tercer aspecto de estudio del yin-yang, descubriremos que nuestras observaciones de lo que sucede en el macrocosmos, en la naturaleza, facilitará la comprensión del microcosmos, la condición humana. Lo que hemos aprendido al estudiar la mente —la naturaleza emocional, espiritual e intelectual— se aplicará también al cuerpo, al estado físico. En primer lugar, preguntémonos qué es un estado físico yin y qué es un estado físico yang. Aunque esta cuestión la podernos explorar con sumo detalle, la concepción general es fácilmente comprensible. El Yin es pasivo, mientras que el Yang es activo. La persona que habitualmente se muestra más bien pasiva estará en una condición física yin, y la persona que normalmente sea activa poseerá un estado físico yang. Si utilizamos el principio yin-yang para observar el estado físico específico, cabe decir que los músculos tensos serán yang y los flácidos, yin; la hipertensión (tensión sanguínea alta) será yang, y la hipotensión, yin; el insomnio será yang, y la somnolencia general, yin; los estados de excitación serán yang, y la fatiga general yin. Debe apuntarse que estos estados son extremos del Yin y el Yang. El calor es yang, y el frío, yin. Por tanto, la fiebre será habitualmente yang, y los escalofríos casi siempre yin. Puesto que se trata de estados extremos, unos pueden convertirse en otros. Si una persona tiene habitualmente fríos los pies y las manos, o controlado por el espíritu, crea la armonía del cuerpo y su discordia. El segundo aspecto de la filosofía yin-yang, que debe recordarse cuando tratamos los estados físicos yin o yang es que estos dos principios son relativos. Son aspectos opuestos pero complementarios del Uno. Sin el Yin, el Yang no existiría. La oscuridad y la luz, la noche y el día, la tierra y el cielo, la cara y la cruz sólo existen en virtud de sus opuestos y en relación con ellos. «La pesadez es la base de la ligereza; la calma es el poder que controla la impaciencia.» No debemos decir «la tierra es yin» o «el cielo es yang». La tierra es yin en relación con el cielo; el cielo es yang en relación con la tierra. La tierra es yin en relación con el sol, que es mucho más cálido que la tierra, pero yang en relación con la luna, que es más fría y contiene menos energía vital que ella. Por tanto, cuando decimos que «la tierra es yin y el cielo es yang» debemos recordar que sólo lo son al compararlos con su opuesto. Otro aspecto de esta relatividad es que nada es absolutamente yin o yang, salvo los propios principios Yin y Yang. En el símbolo yin-yang vemos un pequeño círculo de yin (negro) en el yang (blanco), y un poco de yang (blanco) en el yin (negro). Se trata de una representación simbólica del hecho de que todas las cosas contienen tanto Yin como Yang, aunque en proporciones variables. Por tanto, debemos tener en cuenta la relatividad de este principio y su naturaleza dinámica cada vez que [los refiramos a otra persona, o cada vez que nos observemos a nosotros mismos, desde el prisma del Yin y el Yang. Debemos recordar que el Yin y el Yang no son absolutos, sino que están cambiando constantemente y en condiciones relativas. Tal es la razón de que los terapeutas orientales utilicen a menudo para referirse a una persona las palabras Yin o Yang, seguidas de alguna otra como , que significa estado o condición. Citemos al insigne filósofo oriental George Ohsawa:
«Utilizar la frase "es una persona yin" no es correcto; significa que es absoluta y terminantemente yin, el propio Yin, cuando lo cierto es que sólo se manifiesta en aquel momento como Yin o Yang (y, naturalmente, participa de ambos). Tao Te Ching, capítulo XXVI.
Así, sería más preciso decir "Tiene yin-Sei" (Sei significa carácter, cualidad, estado, condición, naturaleza, etcétera). Todo se compone de Yin y Yang, y nada es igual a Yin o Yang, ni a ambos: como parte de todo, nunca podemos igualarlo.»' Hay incluso entre los doctores orientales quien analiza a una persona como yin o como yang y le dice cómo comportarse dentro de tal contexto. Esto es ignorar la verdad básica del cambio eterno: todo puede cambiar y cambia. Cambia nuestro esta-do, cambia nuestra vida, cambia casi todo en nosotros, pues todo cambia. En ocasiones, estados muy avanzados en una dirección pueden cambiar fácilmente su rumbo. La persona que experimenta muchas dificultades a menudo ve con más claridad y experimenta más profundos deseos de cambiar. El que sólo padece ligeros infortunios quizá no reflexione con tanta profundidad o no tenga un deseo tan fuerte de cambiar hasta que la situación se agudice. Por esto existe un viejo dicho oriental: «El que tiene una enfermedad, o un problema, es afortunado». El Jin Shin Do está edificado sobre los cimientos del pensamiento yin-yang. Por ello es una filosofía y una técnica de cambios, pero no de cambios violentos o caóticos, sino naturales, suaves, sencillos y ordenados. Las posibilidades de cambio en la persona están limitadas en primer lugar por la propia comprensión y deseo de cambiar. El arte de utilizar el Yin y el Yang en nuestra vida consiste en advertir que todas las cosas son parte de ambos. Incluso cuando uno domina primordialmente al otro, siempre se halla el germen de éste oculto en las profundidades, dispuesto a brotar, crecer y convertirse eventualmente en una fuerza de igual potencia. «Sed, por favor, conscientes de que el poder del cielo es grande y que puede cambiar la mala suerte por una mejor. Fuera de todos los seres vivos y dentro del universo existen transformaciones provocadas por el cielo y la tierra y por la interrelación del Yin y el Yang.»'
¿De dónde venimos?
Podemos utilizar la antigua herramienta de la «fisonomía», el estudio de la cara, para tener una ligera idea de nuestra «constitución original», de nuestro estado de equilibrio yin-yang en el momento del nacimiento. Esta constitución original es la base de nuestra condición física y mental a través de la vida: aunque los cambios de cada individuo pueden ser infinitos, la facilidad o dificultad de cambiar está condicionada por ella. ¿Qué elementos la determinan? Una multitud de fuerzas naturales, incluida la herencia genética de los padres, la zona y estación del año en que se produjo el nacimiento, los hábitos alimenticios y sistema de vida de la madre y la relación del planeta con otros muchos cuerpos celestes. Estas y otras muchas influencias juegan un papel en determinación de nuestro estado al nacer. Si se trata de bebés activos, que solicitan atenciones y se muestran muy despiertos y curiosos, su constitución original será probablemente yang, es decir, las fuerzas yang fueron las dominantes en su nacimiento. Si la disposición del bebé es pasiva, si es tranquilo y fácil de cuidar, la constitución original fue posiblemente yin. Ninguna de ambas constituciones son en sí buenas o malas; sin embargo, si se muestran en estado extremo, pueden causar problemas. Según los antiguos, hay que tener también en cuenta la estructura del cuerpo. El individuo de huesos delgados y estructura alargada es generalmente yin; el de huesos gruesos y corta estructura suele ser yang. La estructura ósea del rostro es un registro especialmente preciso. Aunque puede observarse una gran cantidad de señales, la forma básica de la cara nos cuenta un montón de cosas. Acérquese a un espejo e intente descubrir cuál de estas seis formas faciales básicas es la suya:
1) Triangular 2) Redonda 3) Rectangular 4) Ovalada 5) Triangular 6) Alargada o cuadrada y estrecha
La primera forma es signo de una constitución original muy yang. Este tipo de persona es, por lo general, físicamente poten-te y poseedora de fuerte voluntad. El segundo tipo es también yang y con tendencias similares, dependiendo de la amplitud de la mandíbula. El tipo tercero es el más yang de todos: tiende a poseer la personalidad más enérgica y una habilidad muy notable para desarrollar pensamientos prácticos. Todos ellos tienen un cierto deseo de mostrarse más abiertos a la parte emocional e intuitiva de su naturaleza. El tipo cuarto muestra una constitución original equilibrada, sin fuerzas dominantes yin o yang: tiende a ser más flexible en su sistema de vida y actitudes que los individuos de constitución original yin o yang. Con frecuencia desarrollan tanto las partes físicas o prácticas de su naturaleza como las intelectuales o artísticas. Suelen tener o buscarse (consciente o inconsciente-mente) menos dificultades en el desarrollo de sí mismos y de su conocimiento. Las personas con el quinto tipo facial son habitualmente las de constitución original más yin. No acostumbran ser tan fuertes como los cuatro tipos anteriores, y tienden a una orientación más cerebral. Con frecuencia son las personas más intelectuales, artísticas o místicas, y para sobrevivir confían más en sus pode-res innatos de pensamiento y en su intuición que en la fuerza física (que naturalmente deben desarrollar). El sexto tipo es el más yin en la constitución original y comparte las características del quinto grupo, aunque quizá precisan un desarrollo más exhaustivo de su potencia física y de su voluntad. Naturalmente, existen infinitos rostros en el mundo, por lo que hay un número ilimitado de tipos faciales. Si uno se observa con atención y objetividad, verá no obstante que se acerca especialmente a uno de esos seis grupos, y podrá deducir hasta qué punto alcanza a compartir sus tendencias características. Existen otros signos faciales que pueden proporcionar una clara visión de la constitución original. Los más conocidos son los siguientes: La barbilla saliente o partida es signo de yang dominante; la barbilla huidiza indica un dominio yin. Los lóbulos de las orejas largos y bien formados son signo de una intensa vitalidad innata, o ki prenatal. Las facciones fuertes y bien detalladas suelen ser signos de predominio yang.
¿Quiénes somos?
Cuando crecemos, las experiencias y las fuerzas de la vida, así como nuestra reacción ante ellas, producen renovación y una evolución constante de nuestro ser. La constitución adquirida, nuestro estado (le equilibrio o desequilibrio respecto al Yin y al Yang de cada instante de la vida, es cambiante y, al mismo tiempo, capaz de ser cambiado. Esta constitución adquirida pue-de reflejar con bastante aproximación nuestra constitución original, o mostrar grandes cambios en relación con nuestro esta-do en el momento (le nacer. Dicha constitución se observa más en los tejidos blandos del organismo que en la estructura ósea, pues aquéllos están influidos con más facilidad por el estilo de vida y el ambiente. Nuestra constitución adquirida es aquella en que nos hemos convertido, aquella que nos hemos hecho nosotros mismos. Al investigar en la fisonomía para observar esta constitución adquirida, podemos descubrir aspectos de nuestro estado general que nos gustaría cambiar, y otros que nos gustaría conservar. Es muy importante que aprendamos a admitir tanto los «buenos» como los «malos» con interés y alegría, pues sólo mediante la consciencia de uno mismo puede llegarse al cambio duradero. Así aprendemos a decir «hay algo más sobre lo que actuar», con la alegría y el asombro del niño que estudia la vida que le rodea.
Como el proceso de autodescubrimiento y crecimiento personal es interesante en sí mismo, la alegría no debe provenir simplemente de los resultados finales. Cuanto antes abandonemos la ilusión de que ya somos perfectos o que pronto lo seremos, más gozosas serán nuestras vidas y más rápidamente maduraremos. ¿Qué reemplaza a la perfección como objetivo? Sólo la disposición abierta a una maduración continuada, que siempre es hermosa, como también lo es la salud y el bienestar que acompaña al desarrollo de la autoconsciencia. Nuestra fisonomía es un mandala personal que puede llevarnos a la autorreflexión y a la meditación sobre este proceso. «Pensar que uno sabe cuándo no sabe es una enfermedad. Sólo cuando uno se siente enfermo de esta enfermedad pue-liberarse de ella.»
En el rostro existen docenas de signos que indican nuestra constitución adquirida. Sin embargo, es innecesario acudir a todos estos detalles para observar el estado yin-yang básico en el momento presente. Quizá el primer lugar de observación sean los ojos, pues se dice que «los ojos reflejan el Sión». Un espíritu o Shin poderoso se refleja en unos ojos claros, brillantes y animados, mientras que el espíritu débil se conserva en ojos apagados, faltos de brillo y sombríos. La posición de la parte coloreada de los ojos respecto a las partes blancas revela el estado de la energía global del organismo. Si el cuerpo está equilibrado, el ojo se centrará como en la figura 1. Si el blanco del ojo aparece debajo del iris (fig. 2), el cuerpo está en estado yin. En este caso, el cuerpo carece de energía suficiente para alimentar y sostener el organismo, y la persona será propensa, a los accidentes y se deprimirá con facilidad. Cuanta mayor sea la zona blanca bajo el iris, más grave y crónico será su estado. Este estado yin, denominado sanpaku, se observa con frecuencia en las fotografías de los suicidas (aunque ello no indica necesariamente una tendencia a tales acciones). Los estados ligeros y temporales del sanpaku yin pueden provenir de la fatiga.
En el caso contrario, llamado sanpaku yang, el blanco de los ojos se ve por encima del iris (figura 3). Ello puede indicar un exceso de energía o, más bien, un exceso de energía por utilizar, ya que apenas existe límite a la cantidad de ki que uno puede almacenar y usar. El individuo puede mostrarse hiperactivo y tender a la irritabilidad. En los casos graves, el estado puede indicar angustia o falta (le control, y tal persona puede resultar peligrosa para las demás. Pueden sucederse estados temporales de sanpaku yang cuando una persona se muestra muy excitada o ansiosa respecto a algo que está tratando o discutiendo. La zona que se halla justamente debajo del párpado refleja el estado del «ki de la fuerza generadora», la energía (le reserva acumulada en los riñones y en él hara (el centro vital del bajo abdomen). Si esa zona aparece oscura, hinchada, arrugada o desigual, indica falta de energía de reserva y una tendencia a la fatiga física o emocional. Antes de que exista energía de reserva, debe haber suficiente ki para mantener todas las funciones normales del organismo. Por tanto, lo primero que se debe conseguir es un fortalecimiento general y una relajación del cuerpo, incluyendo el descanso y la nutrición suficiente y la emisión y equilibrio de la energía general. La respiración liara (ver el siguiente capítulo) puede utilizarse para incrementar y almacenar la energía del organismo, pero también deben tenerse en cuenta las causas emocionales —miedos y paranoias— que puedan provocar disfunciones orgánicas.
Es frecuente en casi toda la gente un estado físico de este tipo, al menos en cierto grado, debido al agitado ritmo de la vida moderna con sus diversas presiones y atracciones, y a que nuestra cultura no ha puesto interés ni ha enseñado métodos de acumulación y almacenamiento de energía. Pueden verse estas señales, incluso, en niños muy pequeños. Con la importación y puesta en práctica de los métodos orientales de autocuiclado, asociados a los métodos occidentales históricos y recién descubiertos, quizá pueda establecerse un equilibrio entre nuestro cuerpo y la tendencia occidental a la productividad y la actividad constante.
Arrugas interciliares
Un par de arrugas entre las cejas indica toxicidad del hígado, o bien es síntoma de frustraciones y angustias reprimidas. La persona puede «explotar» si la tensión interna se agudiza. Además de relajar la tensión, puede mejorarse el estado general tratando las causas de la angustia y la frustración o utilizando la energía proveniente de la angustia en actividades físicas y en trabajos dirigidos directamente a la consecución y cumplimiento de un sueño.
El estado yin-yang de un momento dado puede advertirse también en la boca. Si los clientes están firmemente unidos, los labios se dirigen hacia dentro y los músculos de las mandíbulas están tensos, el estado del individuo es demasiado yang. El sistema digestivo puede mostrarse también contraído y tenso, provocando un dolor de estómago de origen físico o mental. Los labios expandidos, y especialmente la flacidez de los músculos de la mandíbula y la boca abierta son síntomas de que el estado de la persona es demasiado yin. El sistema digestivo estará entonces expandido y débil, y la persona sufrirá consecuente-mente una falta de energía. Se producirán diarreas y «dolor de estómago yin» (problemas de eliminación resultantes de la falta de acción peristáltica, en lugar de la tensión del «dolor de estómago yang»).
Mano izquierda Mano derecha
La lectura del pulso es también un modo muy importante de determinar tanto las condiciones generales como las específicas del equilibrio o desequilibrio yin-yang de un momento dado. Pese a que la lectura del pulso no puede aprenderse en los libros, el lector puede al menos comenzar a explorar las bases de este sorprendente arte oriental. Existen tres posiciones del pulso en cada muñeca (ver la ilustración). La posición media (marcada con el número 2) se localiza en la arteria radial horizontal al proceso estiloide o protuberancia al final del radio, en el hueso del antebrazo, arteria que va del codo al pulgar. Las posiciones primera y tercera se sitúan exactamente encima y debajo de la media. Al tomarse uno mismo el pulso o tomárselo a los demás, el dedo índice debe palpar el primer pulso, el dedo corazón el segundo y el anular el tercero. En cada posición del pulso existen dos profundidades, la «superficial» y la «profunda». Sin embargo, para comprobar el estado general yin-yang, basta en principio aplicar una presión moderada sobre las tres posiciones de cada mano. Si se nota el pulso fuerte y pleno, o si se advierte como las olas de un océano, el estado general será probablemente yang. Si se nota débil y delicado, o si resulta difícil de apreciar, el estado general será posiblemente yin. Para determinar la constitución original y el estado adquirido, deben tenerse en cuenta, al mismo tiempo, los datos anteriores y algunos más. Habitualmente se descubren ciertas indicaciones yin, algunas yang, y otras más equilibradas. Para observar las tendencias generales, puede resultar útil hacer una lista de puntos a comprobar. Para ello se coge una hoja de papel y se hacen dos columnas, una de «constitución original» y otra de «estado adquirido». Se apuntan debajo de cada una los facto-res más relevantes y así se puede determinar de dónde viene uno y qué es.
Magia en la yema de los dedos
El arte interior de canalizar el ki.
Un gran océano de ki nos rodea y nos envuelve. Según lo que escojamos, seremos rocas contra las que romperá y se dispersará el oleaje de la energía universal, o seremos esponjas que absorban sus aguas mágicas y nutritivas. Debemos aprender a estar en contacto con este gran océano de energía universal, a absorberlo y canalizarlo si queremos que nuestros tratamientos de Acupresura sean realmente esos caminos mágicos que nos conduzcan hacia una salud más radiante. En Acupuntura, las agujas se utilizan para conseguir que el chi —pulsar el chi o ki—, (le modo que la energía se disperse en aquellas zonas que tienen excesivo ki o sea atraída a aquellas otras en que existe déficit. Las agujas pueden ser, en manos de practicantes entrenados y moderadamente iluminados, herramientas maravillosas. Sin embargo, no existe en el mundo un conductor más poderoso del ki que la mano humana. Para canalizar la energía universal a través de las manos, debemos conseguir primero que el chi, debemos pulsar en primer lugar el gran océano del ki. Toda persona tiene cierta cantidad de ki circulando por su cuerpo, y concentrado en los diversos centros del organismo. A menos que se utilice un proceso de meditación muy sencillo para pulsar el Gran Ki, cuando utilicemos nuestras manos por vez primera en el tratamiento de dolencias ajenas es más pro-hable que nos limitemos a extraer de nosotros mismos el Pequeño Ki o ki corporal. Ésta es la razón de que cuando uno mismo se ha aliviado con diversas técnicas de «imposición de manos» desarrolladas por cuenta propia, muchas personas afirmen que se sienten muy fatigadas o incluso enfermas tras haber actuado sobre otras. Esta extracción de energía del que está dando el tratamiento puede ser especialmente poderosa cuando tal persona está actuando sobre un ser querido, sobre alguien por el que siente un gran cariño y preocupación. Este esfuerzo no es necesario. Existe la posibilidad de no entregar el propio ki corporal, pulsando y canalizando el ki del océano de energía vital que nos rodea por todas partes. Si se desarrolla y se utiliza esta habilidad, incluso el principiante se siente vigorizado tras actuar sobre otro. Durante el proceso, el principiante habrá aumentado su propia absorción y canaliza-ción interna del ki, así como la del amigo o familiar que recibe sus atenciones. Existen personas que saben por intuición cómo canalizar la energía, y que lo hacen de un modo tan espontáneo y natural que quizá ni lo adviertan. Sin embargo, como casi todos los dones, la habilidad de canalizar y equilibrar el ki puede ser desarrollada por casi todo el mundo. Si se tiene compasión y se desea sinceramente ayudar a los demás, se puede aprender a dar tratamientos muy eficaces de Jin Shin Do, y alcanzar uno mismo, en el proceso, niveles superiores de libertad, claridad, bienestar y felicidad. Veamos en analogía qué es el don de la música y la habilidad del can16. En Occidente, mucha gente lleva inculcada la idea de que la música es una facultad especial otorgada por los dioses a unos pocos. 'Si observamos a la gente que «no es capaz de entonar» o que no sabe tocar ningún instrumento musical, nos daremos cuenta de que, generalmente, de niños no fueron animados a ninguna actividad de este tipo, o fueron incluso desanimados por acciones o actitudes de los padres y compañeros (entre las que hay que incluir una posible introducción forzada o desagradable en la música). En cambio, en un tipo de sociedad en la que se espera que una persona tenga sentido musical, vemos que así ocurre. En Japón, por ejemplo, es casi un tópico el que «todos los japoneses cantan». Existen en el país muchísimos cantantes profesionales en los clubs —que a menudo trabajan también de camareros—, pero quizá la mitad del público sea capaz de ponerse a cantar allí mismo, y hacerlo tan bien como el profesional.
Así corno existe este dicho de que «todo el mundo puede cantar», también es una tradición en Oriente que casi todos pueden curar con las manos. Mucha gente sabe al menos algunos puntos y posee tina técnica para presionarlos, y ayudar a sus familiares, a sus amigos y a sí mismos. Quizá no esté lejos el (lía que ocurra lo mismo en Occidente. Para ello, debemos es-forzarnos en redescubrir la magia que anida en las yemas de nuestros dedos, el poder de la energía que podemos canalizar a través de nuestras manos. Es muy importante para la práctica del Jin Shin Do el aprender a canalizar el ki mediante unas sencillas prácticas de meditación, y mediante la visualización creativa. Con estas facultades, uno se hace artista; sin ellas, es solamente un mecánico, aunque quizá bueno. Se puede empezar como mecánico y transformar la mecánica en arte (corno sucede, consciente o inconsciente-mente, con todo mecánico experto en cosas materiales) o empezar como artista y aprender la mecánica o técnica que le permita a uno una expresión más completa de su arte. Ambos aspectos son esenciales para el desarrollo total del Jin Shin Do, y ambos son interesantes y divertidos de adquirir.
Darse cuenta del hara.
En nuestro cuerpo, el gran centro de armonía entre el ki, cl Yang: y el Yin es el liara o lauden.' Localizado aproximadamente dos dedos por debajo del ombligo y en el interior del cuerpo, el hara es el centro de la energía vital. Uno de los primeros secretos de la alquimia interna taoísta consiste en el desarrollo del liara, pues en él reside la clave de la «salud radiante» de los antiguos sabios. Cuando se cultiva el liara, se crea todo un gran almacén de ki. Mediante tal almacén —o casa del tesoro—, todos los flujos de energía del cuerpo se llenan de ki renovado, de energía vital. El cultivo del liara representa aprender a absorber, acumular y concentrar el ki. Según los maestros taoístas, este proceso unificador y vitalizador debe preceder al aprendizaje de cómo dirigir el ki a las diversas partes de uno mismo o a los demás. Por tanto, despertar el hara y comenzar a desarrollarlo es la primera parte del ¿randen» y «hara» son términos japoneses; en coreano es «dan jun» y en chino «tan tien».
Proceso de canalización de la energía. Una de las maneras más fáciles de despertarlo y de comenzar a llenar dicho centro de ki es por medio de una sencilla meditación yóguica taoísta denominada respiración hara. Existen leyendas de maestros taoístas que, tras años de práctica de esta y otras meditaciones más avanzadas, fueron capaces de realizar cosas que nosotros consideraríamos «mágicas». Una prueba tradicional entre los estudiantes de Kung Fu del norte de China y entre los monjes Zen del Japón consistía en derretir un bloque de hielo sentándose encima. (Una alternativa era bañarse en el océano en invierno... pero sólo después de la adecuada preparación.) Se decía que esto era sólo posible encendiendo el Horno Dorado (o actividades caloríferas) del hara. Si usted vive en un clima de inviernos fríos, o simplemente de tardes frías, podrá experimentar la respiración izara de un modo práctico. Se puede sentir una auténtica sensación de calor interno tras un par de minutos de concentración, cuando hay suficiente práctica. Probablemente no deseará quitarse el abrigo grueso, pero descubrirá que el viento frío no parece penetrar a través de él con tanta facilidad, y que, incluso, es agradable. Los maestros de todas las artes curativas tradicionales de Oriente estaban preparados para centrarse en sí mismos tanto emocional como físicamente con mucha mayor rapidez que los hombres normales, incluso en situaciones límite. Los maestros de Aikido, por ejemplo, podían desviar a posibles atacantes con el solo poder del ki, sin oponer resistencia y con muy poca, si es que alguna, fuerza física. Tal grado de control requiere años de esfuerzo disciplinado. Sin embargo, la meditación Izara es una técnica tan fuerte que sólo un poco de práctica produce muchos efectos beneficiosos, al mismo tiempo que permite a uno 'centrarse y relajarse con más facilidad en situaciones difíciles o de tensión. Revitaliza también el cuerpo y la mente, y es un reconstituyente y una ayuda para conseguir una mayor libertad física y mental. La respiración liara es una herramienta muy práctica con la que podemos mejorar la calidad de nuestra vida cotidiana.
Posiciones para la meditación hara. La respiración hara puede practicarse de pie, sentado o tumbado, o en una serie que abarque las tres posiciones: Se puede utilizar cualquier posición de las manos. Abajo se indican algunas, pero se puede usar cualquier otra que resulte cómoda o familiar. En cualquier posición, es importante que brazos y hombros —y en realidad todo el cuerpo— permanezca relajado. Por tanto, se comenzará en la posición que más facilite la relajación, esto es, en la más cómoda. La figura 1, en la que entran en contacto las superficies enteras de las 'palmas de la mano, y la figura 2, en la que las palmas reposan en los costados de la caja torácica, son las más fáciles de utilizar en las posiciones sentada o de pie. La figura 3, con la mano derecha sobre la izquierda y la palma de esta última descansando sobre la región del hara, puede utilizarse en las tres posiciones.
Al sentarse, debe situarse con las piernas cruzadas o en la postura de medio loto. También puede arrodillarse en la tradicional posición «sentada» japonesa, con las piernas dobladas bajo el cuerpo y las rodillas ligeramente separadas. LOS pies deben cruzarse de tal modo que los, dedos de un pie descansen sobre los dedos del otro. Para hacer más cómoda esta posición sentada o arrodillada, puede utilizarse un pequeño cojín como el tradicional zafu japonés. Si cualquiera de estas posiciones re-comendadas le resulta todavía incómoda, puede sentarse al principio en una silla. Sin embargo, si logra mantener la postura aunque sólo sea unos minutos al comienzo, irá haciéndose confortable poco a poco, cuando los músculos se vayan relajando.
En cualquier posición en que se haya sentado, trate de mantener la posición erguida durante todo el tiempo de la meditación. Puede concentrar la atención en el Izara, el centro situado dos dedos por debajo del ombligo, e imaginarse luego que el cuerpo surge desde este centro. El Izara debe ser el centro de gravedad. Si se hace irresistible la tendencia a perder la posición correcta, pase a la posición tumbada tras estar algunos minutos en cualquier otra. No se trata de un último recurso, sino de otra posición muy poderosa para el desarrollo y nutrición del hara. Probablemente, el modo más sencillo de comenzar la respiración Izara es tumbarse utilizando la posición de manos indicada en la figura 3. Un método de meditación agradable y eficaz a la vez es empezar de pie utilizando la posición de manos de la figura 1, y tras varios minutos sentarse con la posición de manos de la figura 2, para tumbarse finalmente utilizando la posición de manos de la figura 3. Tras un rato de práctica, puede ir a dormir en esta última posición. Con ello se indica simplemente que el cuerpo necesita la revitalización del ki que tiene lugar durante el sueño. El sueño que siga a la meditación será muy profundo y refrescante.
Alcanzar el objetivo del vacío absoluto; mantener el estado de paz perfecto, regresar al origen se llama paz...2 Con el tiempo, se aprende a utilizar la respiración Izara en todo lugar y ocasión, como medio para calmar las emociones, tranquilizar la mente, y relajar y revitalizar el. Cuerpo. Sin embargo, al principio resulta más sencillo encontrar la paz y la tranquilidad interior del espíritu cuando uno se halla rodeado de paz exterior y de silencio o de sonidos tranquilos. Por tanto, comience buscando un lugar apacible, especialmente uno en el que se sienta relajado y no vaya a ser interrumpido. Lleve ropas amplias y, antes de practicar la respiración Izara, evite comer (pero tampoco esté extremadamente hambriento), de modo que se sienta físicamente cómodo. Ahora, situado en la posición que haya escogido, cierre los ojos y comience a respirar lentamente expandiendo el pecho. Al inhalar, note cómo se expanden los espacios que hay entre las costillas, mientras los pulmones se llenan de aire. Al exhalar, Tao Te King, capítulo XVI.
Deje escapar el aire hasta que éste salga por completo. Tras un par de minutos, comience a respirar más profunda y lentamente, centrando la atención en el Izara. Las palabras «Horno Dorado», «Campo del Elixir» (de la Inmortalidad) y «Centro de la Energía Vital» son descripciones .del hara que pueden ayudarle a experimentar la naturaleza de éste. Sin embargo, ante todo hay que concentrarse y mantener la atención en el Izara.
Concentrar el ki en el centro de la vitalidad. El control de la respiración es de fundamental importancia en la meditación yoga taoísta. « ¿Puedes regular la respiración y hacerte tierno y flexible como un niño?»3 Mantenga los ojos cerrados durante toda la meditación, para evitar dirigir al exterior el ki o ser distraído por cosas externas. El modo básico de la respiración hara es: 1. INHALAR por la nariz, expandiendo el Izara. (Contando lentamente hasta cinco). 2. SOSTENER la respiración, acumulando ki en el Izara (contando lentamente hasta cinco). 3. EXHALAR por la boca, contrayendo el Izara (contando lentamente hasta cinco). Lea las siguientes descripciones de cada uno de los pasos antes de comenzar a practicados, a menos que ya esté usted familiarizado con esta técnica. No lo aprenda de memoria; limítese a comprender los principios básicos de cada uno. Si lo prefiere, grabe en una cinta algunas directrices o imágenes para poder es-cucharlas mientras hace las primeras prácticas. 1) La respiración debe ser suave, de tal modo que si se mantiene ante la nariz o la boca una pluma o una hoja de papel de arroz, apenas alcance a moverse. Con la punta de la lengua apoyada en el paladar (para conectar las partes frontal y trasera del canal central de energía) inhale lenta y suavemente por la nariz. Al inhalar cuente despacio 1-2-3-4-5. Durante toda la inhalación, utilice la imaginación o la voluntad creativa para visualizar el ki descendiendo con la respiración y llenando el hara.
Esta visualización creativa o yi está considerada como un elemento necesario de la meditación taoísta. El yi es una fuerza grande y auténtica; lo que visualizamos activamente tiene una existencia poderosa (especialmente si coincide con lo que necesitamos). Tanto si se cree como si no que con la respiración Izara se puede encender un «Horno Dorado» en el propio cuerpo, visualice la actividad del ki, utilice el yi para concentrar el ki en el Izara, y vea lo que sucede. Cuando se practique la expansión del bajo abdomen en la inhalación, el para se llenará naturalmente de ki. No tema que el bajo abdomen, la «tripa», quede realmente expandido. Lo que sucederá es que los músculos abdominales quedarán tonificados y se fortalecerán mediante la práctica de la respiración para. Estará usted enseñándoles a relajarse (durante la inhalación) y a contraerse, no a ponerse tensos (durante la exhalación). Parte de lo que sucede físicamente cuando se inhala «hacia el Izara» es que los pulmones se expanden hacia abajo. El diafragma —la separación muscular entre el pecho y el abdomen, que es el factor mecánico más importante en la respiración—, se mueve hacia abajo agrandando el pecho y llevando aire a los pulmones, desplazando los órganos abdominales de tal forma que la «barriga» se expande hacia afuera. Si el abdomen permanece rígido o no se mueve mucho cuan-do se practica esta técnica, inhale de nuevo y utilice el yi o visualización creativa para relajar el diafragma de modo que pueda moverse hacia abajo con más facilidad. Al inhalar, visualice la zona que está alrededor de las costillas relajándose. Actúe como si toda la zona fuera ligera, distendida y transparente. Cuando visualice un movimiento hacia abajo en esa zona, notará cómo se expande el abdomen. Pensar en «hacia abajo» es importante, pues en nuestra respiración habitual tendemos a llenar los pulmones con un movimiento ascendente, concentrando la energía en el cuello y los hombros y aumentando la tensión y el bloqueo del ki que tantos hemos desarrollado en esa zona. La respiración fiara, por el contrario, permite al sistema nervioso parasimpático controlar los estados de nuestro ser, de modo que se potencian las respuestas de relajación. Al visualizar un movimiento descendente de energía vital hacia el para en la inhalación, el ki se acumulará en su almacén natural, el liara. Puede ser útil imaginar sencillamente que se está llenando un recipiente de agua: el agua llena siempre en primer lugar el fondo.
2) Tras la inhalación, mantener el ki en el liara contando igualmente hasta cinco con lentitud. Ello permite que el ki concentrado en el ¡zara se acumule y caliente el «Horno Dorado». No debe sentirse tensión física durante este momento; no se trata de reprimir o impedir la respira-ción, ni se requiere esfuerzo físico alguno. Simplemente se debe dirigir la atención al hara y continuar manteniéndola e imaginar al ki acumulándose y desarrollando este centro.
El mantenimiento del aire permite al ki revitalizar la región del hara y, a partir de ahí, todo el organismo. Llevar el ki al hara es muy útil en sí mismo, pero cuando ya lo hemos hecho debemos darle la oportunidad de dejarle actuar allí. Si al principio resulta ligeramente difícil este pasó de mantener o acumular el ki, si se nota una tensión que no se puede eliminar mediante la visualización, se puede proceder a acortar el tiempo de mantenimiento de la respiración hasta donde sea necesario. Manténgala sólo el lapso que le sea cómodo, contando hasta dos o hasta tres y no hasta cinco. O elimine al principio este paso; a menudo he tenido alumnos que comienzan la respiración Izara solamente con inhalaciones y exhalaciones. Cuando se sienta cómodo en estos pasos, añada el mantenimiento de la respiración y luego aumente gradualmente el tiempo utilizado para ello, hasta que éste sea el mismo que el empleado en la inhalación o en la exhalación. Incluso en este proceso meditativo taoísta tan básico, observaremos inevitablemente cómo nos liberamos del corsé físico y emocional que nos ha impedido la absorción completa y el uso tanto de la respiración como del ki. Con la respiración fiara relajamos la tensión de nuestros órganos internos, que pueden estar tan contraídos y encorsetados o tensos como nuestra musculatura externa. Si este corsé ha venido formándose desde hace mucho tiempo, el cuerpo y la mente pueden resistir por costumbre su desintegración. Por ello es mejor, y más rápido, a la larga, ser comprensivo con uno mismo, al tiempo que persistente en el proceso de liberar gradualmente la naturaleza propia y los poderes internos. 3) Durante el tercer paso de la respiración, la exhalación, la atención debe seguir enfocada en el hara. Sienta como si la consciencia se estuviera trasladando desde la cabeza (donde muchos de nosotros nos centramos por completo demasiado tiempo, al racionalizar o al preocuparnos) hacia el hara. Despegue la lengua del paladar y exhale lenta y suavemente por la boca, separando sólo un poco los labios. Recuerde que la exhalación debe hacerse con esta lentitud y esa suavidad de que venimos hablando. No debe notar que el aire se mueve frente a su rostro. Mientras cuenta hasta cinco, contraiga el bajo abdomen para exhalar completamente. Con las manos en el bajo abdomen, tal como se indica en la figura 3, se debe notar cómo suben y bajan las manos al tiempo que se expande el abdomen en la inhalación y se contrae en la exhalación. Las manos en esta posición le permitirán concentrarse mejor en el hara y ser más consciente de este movimiento; por tanto, ésta será la posición a adoptar cuando tenga dificultades en liberar la respiración. Tras las exhalaciones comience inmediatamente el ciclo, manteniendo un ritmo pausado y continuo. No debe haber ninguna pausa después de la exhala-ción. Continúe este ciclo de inhalación-pausa-exhalación todo el tiempo que dure la meditación. Por supuesto, cuando haya establecido mecánicamente el ritmo no es necesario que siga contando.
Actitudes mentales y meditación. Cuando se comience realmente a meditar, no permita que le preocupen demasiado los detalles concernientes a estos pasos de la respiración. Lo más importante del ciclo de inhalar contando hasta cinco, mantener la respiración contando también hasta cinco (o menos al principio) y exhalar hasta cinco otra vez, es concentrar la atención en el propio izara y no en sus técnicas, excepto como medio para lograr lo anterior. Mientras se medite se notará una sensación de calor en el Izara, o una sensación de liberación y de gran energía. Una vez más, sin embargo, hay que señalar que no debe prestarse atención a lo que se esté experimentando o a si se está experimentando lo adecuado; limítese a concentrarse y visualizar el hara. En tanto persiga el crecimiento interno, la experiencia siempre será la adecuada. Cuando surjan en su mente pensamientos o imágenes, no las trate corno enemigos ni como amigos. Si intenta expulsarlos activamente, se convertirán en el foco de su atención, con tanta seguridad como si estuviera usted deseando que así ocurriera. Deje que entren y salgan libremente de su consciencia, pues si se resiste a que entren lo harán de todos modos, y permanecerán mucho más tiempo. En la meditación, encontrará y difuminará bloqueos mentales y emocionales, así como tensiones y encorsetamientos físicos, si se expande para conectar con la Naturaleza y para conectar y centrarse en su propia Naturaleza Interna. Existe una leyenda antigua del taoísmo que clarifica el pro-ceso. Un maestro y su discípulo hacían un largo viaje. Ambos eran monjes, y una norma impedía que tocaran a una mujer bajo ningún concepto en ninguna ocasión. En un punto del viaje, sin embargo, encontraron a una muchacha joven y hermosa junto a la orilla de un riachuelo fangoso y turbulento. El maestro, al ver el apuro de la muchacha, la subió a su espalda y así atravesaron el río. Aquella tarde, cuando ya habían proseguido otro trecho del viaje, el discípulo tuvo finalmente el valor de decir: «Maestro, ¿Cómo es que has llevado a la muchacha, si tenemos prohibido tocarlas?». A lo que el maestro respondió: «Yo dejé a la muchacha al lado del río, ¿Cómo es que tú todavía la llevas encima?». Después de la meditación uno se siente generalmente en paz y con una sensación de frescura, de felicidad y regocijo. Sin embargo, no es extraño que tras las primeras meditaciones uno se sienta un poco malhumorado o intranquilo. Ello se debe a que se está liberando y expulsando el ki estancado que estaba encerrado en la estructura física. Cuando se libera, uno lo experimenta a un nivel más consciente, mientras que anteriormente influía a otro más subconsciente. Tanto la expulsión corno el desarrollo son necesarios. No se puede crecer sin dejarse ir. Este dejarse ir, o expulsar, puede ser una catarsis, una liberación bastante intensa de las emociones y del encorsetamiento físico. Puede ser también un ir liberan-do poco a poco una cosa tras otra, en un proceso de vivir la vida cinco minutos cada vez. El crecimiento —no en algo o alguien distinto (le lo que somos sino en los Espíritus Libres que ya somos en potencia o en nuestro interior— puede tener lugar a grandes sacudidas o de un modo pausado y continuo. Así, los maestros orientales describen el satori, o iluminación, corno un estado del ser que puede advertirse en un gran destello o como una serie de pequeños destellos. Es como subir por una escalera: un peldaño y un rellano, un peldaño y otro rellano (o bien dos peldaños arriba, uno abajo y un rellano). Si sólo se buscan los grandes destellos, no se advierten los pequeños. La respiración Izara es la meditación yóguica fundamental del taoísmo, y la técnica para el desarrollo del ki. Cuando este modelo básico de respiración ha comenzado a resultar natural, existen muchas variantes de desarrollo del ki o de técnicas de dirección del ki que pueden practicarse. Aunque muchas de tales técnicas son muy sencillas en esencia, también son muy poderosas y resultan importantes los detalles de su práctica. Por ello no deben aprenderse simplemente de los libros. No obstante, mientras se sigan las instrucciones anteriores y se entiendan bien, el estudiante será capaz de sacar mucho provecho de esta técnica básica de respiración Izara. Resulta muy beneficioso practicar esta meditación entre quince y treinta minutos (e incluso más) una o dos veces por semana, o con la frecuencia más conveniente. En ocasiones le gustará practicar unos instantes la respiración hara previamente a un tratamiento de Jin Shin Do, o con posterioridad a él. Practicar la respiración ¡zara en la posición de tumbado también es un buen sistema de relajarse para gozar de un sueño más profundo y reparador.
Uso de las manos para canalizar el ki. Con la respiración Izara se ha pulsado el gran océano de ki, absorbiendo esta energía espiritual universal de un modo más completo, concentrándola en uno mismo. La concentración de ki en el ¡zara es la primera parte del proceso de canalizar ki a los demás. La segunda parte, el proceso real de dirigir ese ki a través de las manos, es muy sencillo y sólo requiere que uno utilice su yi, su visualización creativa. Una vez se ha realizado la respiración /tara durante unos minutos, se puede experimentar el modo básico de canalización. Sentado en una silla, colóquense las palmas de la mano sobre los muslos. Respire lenta y suavemente, siguiendo el ritmo de inhalar primero y exhalar después contando hasta cinco. No se necesita mantener el ki en el ¡zara durante el proceso de canalización. Mientras inhala, note cómo el ki de la respiración se concentra en el /zara, como en la respiración Izara. Al exhalar, visualice la energía acumulada en el Izara que fluye hacia arriba siguiendo
La línea media del torso hasta la región del centro del corazón, o chakra. Aquí, en la residencia del Shin, su compasión o deseo de ayudar a alguien enfocarán al ki. Visualice entonces el ki fluyendo por los brazos y canalizando el ki a través de las palmas (este recorrido se aprecia claramente en cl grabado que sigue). Repita este modelo de inhalaciones-exhalaciones varias veces. El modelo básico para canalizar es:
1. INHALAR por la nariz, concentrando cl ki el hara.
2. EXHALAR por la nariz, canalizando el ki a través de las manos.
Cuando se ha hecho así durante un par de minutos, notará que las palmas de las manos se ponen calientes. Si tiene a su alcance un animal de compañía o un amigo, puede intentar canalizar esta energía en otro ser. Coloque las manos en la región del hara, en la espalda, el pecho, la frente o cualquier otra zona; al inhalar concentre el ki en el hara; al exhalar canalice el ki a través de las manos sobre la zona que esté tocando. Cuando haya empezado a realizar tratamientos, canalice el ki a través de las palmas o, preferiblemente, a través de las yemas de los dedos. Puede visualizar cómo la zona va siendo liberada (le tensiones físicas y emocionales, y cómo se llena de un nuevo ki fresco y vibrante. Cuando esté dando un tratamiento de Jin Shin Do, utilice este método de canalización como proceso de recarga, no lo efectúe continuamente. Una vez establecida la absorción, acumulación y canalización del ki mediante este sencillo método de respiración, el propio proceso de tratamiento asegurará su continuidad, pues el Jin Shin Do es una técnica inherentemente meditativa. La técnica de canalización establece principalmente la dirección en que fluye el ki desde el exterior (le uno, y a través de él, hasta otra persona. Permite a uno convertirse más rápida y fácilmente en un canal de la energía espiritual universal, el ki. Un buen sistema de utilización de esta canalización durante el tratamiento consiste en practicarlo unos minutos antes de comenzar dicho tratamiento, y practicarlo nuevamente en varias ocasiones a lo largo de él. En el momento en que se está efectuando, no resulta necesario, evidentemente, asumir ninguna posición especial para utilizar la técnica de canalización. Practique simplemente ésta, cualquiera que sea la posición que esté utilizando para dar el tratamiento, y comenzará a descubrir la magia que posee en las yemas de los dedos, la magia que anida dentro de usted.
El que conoce el masculino, y sigue apreciando el femenino será un canal que atraerá a él a todo el inundo; siendo un canal del mundo, no será apartado de la eterna virtud, y podrá regresar al estado de la infancia.'
El extraño fluir de la Acupresura
Los antiguos sabios orientales no veían distinción alguna entre el hombre y la tierra, entre la tierra y el universo o entre el microcosmos y el macrocosmos. Las mismas leyes que operaban en el macrocosmos (nuestro mundo y nuestro universo) actuaban en el microcosmos (nuestro cuerpo y nuestra mente). El macrocosmos y el microcosmos son uno solo, y una mirada al primero nos da la perspectiva calcada del segundo, y viceversa. «Sin salir de la puerta uno puede contemplar el mundo; sin asomarse a la ventana uno puede ver el Tao de los cielos.»' Las gentes del antiguo Oriente vivían pegadas a la tierra y no dejaban de observar los cielos. En los cambios dinámicos de la naturaleza veían reflejos del Tao, esa profunda verdad que incluye el flujo de la naturaleza pero va más allá de él, de igual modo que lo completo es siempre mayor que sus partes. Aquellas gentes se consideraban hijos del Tao, sujetos a las mismas leyes y principios que seguían sin desviación todas las criaturas y toda la naturaleza. Debido a lo antiguo de su civilización, los chinos fueron de los primeros que desarrollaron una teoría lógica de las funciones orgánicas, contemplando la vida desde la perspectiva de las fuerzas vitales y los flujos de energía. Sus teorías han resistido los embates del tiempo y son todavía la base de la moderna